sábado, 1 de agosto de 2015

VILLAR PALASÍ Y LA LEY GENERAL DE EDUCACIÓN


En el capítulo 8 de esta serie, cité, como ejemplo de la importancia que el franquismo diera a la educación, el sueldo de un maestro/a, que en 1960 era un tercio del que se cobrara tres décadas antes.
Un indicativo más entre tantos que manifestaban nuestras diferencias con los países europeos, en los que la importancia del maestro/a quedaba patente en sus remuneraciones y en el prestigio social de que gozaba.

Y la poca importancia dada a la educación en nuestro país, aún hoy en día, se observa al comparar en los presupuestos generales del estado el porcentaje que destinamos a la educación, con el que destinan nuestros vecinos más cercanos.
Con la llegada del siglo XX, la escolarización de la totalidad de jóvenes de ambos sexos se convierte en objetivo prioritario de los pueblos civilizados, y en aquéllos en los que a finales del siglo XIX se alcanza la universalización de la enseñanza primaria, se generaliza, además, durante el siglo XX, el acceso a la etapa secundaria, que pasa así a considerarse como parte integrante de la educación básica, considerándose, en la segunda mitad del siglo XX, que la educación es un derecho propio de todos los ciudadanos y ciudadanas, y a finales de la centuria, una vez reconocido ese derecho, se plantea un nuevo desafío a la sociedad: tratar de conseguir que esa educación, que ya se ha generalizado, se pueda ofrecer en condiciones de alta calidad a toda la ciudadanía, sin distinciones.
En España, sin embargo, fue tardía la generalización de la educación básica, y al contrario que en Francia, donde al mismo tiempo de aprobarse la enseñanza  básica obligatoria, se aprobaron los presupuestos para la construcción de nuevos centros educativos, en nuestro país se decreta la obligatoriedad de la enseñanza primaria, sin prevenir los medios para ello. La ley de 1964 extiende la obligatoriedad escolar desde los seis hasta los catorce años, pero hubo que esperar hasta mediados de la década de los ochenta para que la normativa se hiciera realidad.
José Luis Villar Palasí

La modernización de la Educación llegó bajo el título de unas siglas, LGE, de la mano del ministro José Luis Villar Palasí, marcando un año, 1970, como el punto de partida del cambio educativo.
El “plan nuevo” como se le llamaba popularmente, contó con mayor número de detractores que de seguidores, y marcó un antes y un después en la historia de la educación española, y si bien es cierto que el nuevo sistema educativo tenía como fin la revitalización del aparato ideológico del estado, adaptándolo a las nuevas exigencias del sistema capitalista, hay que reconocer que supuso una modernización del sistema, y que la nueva normativa, en su momento, proveyó a quienes abogaban por una educación diferente la necesaria coartada para la puesta en marcha de nuevas metodologías y un marco legal al que poder ceñirse los diferentes movimientos de renovación pedagógica que a partir de la década de los sesenta habían comenzado a renacer.

José Luis Villar Palasí, perteneciente al sector demócrata-cristiano del régimen, fue nombrado por Franco Ministro de Educación y Ciencia en 1968, en sustitución de Lora Tamayo, cuyo mandato estuvo constantemente marcado por los enfrentamientos con los estudiantes universitarios.
El Ministerio de la época de Villar Palasí se caracterizó por la elaboración de la LEY GENERAL DE EDUCACIÓN Y FINANCIACIÓN DE LA REFORMA EDUCATIVA, necesaria, según él, para “evitar los múltiples defectos en la enseñanza española” y se inició con la creación, en 1969, de un libro blanco, donde se analizaba el sistema educativo y los recursos de que se disponía.

La LGE, cuyo eje fue la EGB, fue un factor de modernización del sistema educativo y un punto de inflexión entre el franquismo y la democracia.
Con esta ley se daba gratuidad a la escuela primaria y fue un primer paso para la secularización. Mostraba una ambición pedagógica: nuevas metodologías, nuevas materias, mayor calidad... Y destaca el intento por dotar de igualdad de oportunidades a los futuros estudiantes. Por desgracia muchos de estos avances no se aplicaron hasta después del 1978.

Sus principales medidas fueron:
1.    Educación gratuita y obligatoria desde los 6 a los 14 años (E.G.B.). Intentaba romper con la restricción de la enseñanza secundaria.
2.    Un nuevo bachillerato con materias mixtas (letras y ciencias) (B.U.P)
3.    Una nueva Formación Profesional (F.P.)
4.    La creación de la Universidad Nacional de Educación a Distancia.
5.    La consideración del proceso educativo desde la educación permanente.
Esta ley suponía la reforma de TODO EL SISTEMA EDUCATIVO, desde la educación preescolar a la universitaria, adaptándolo a las necesidades de escolarización. Como viene siendo habitual en nuestro país, la ley no estuvo dotada de los recursos económicos necesarios
Ministerio de Educación y Ciencia

Además, los sectores más inmovilistas del franquismo no quisieron comprender la intención de adaptar, por medio de la modernización de la educación, la hegemonía ideológica a los nuevos tiempos del sistema oligárquico-financiero; por el contrario, el nuevo sistema les pareció innecesario, atrevido y peligroso.
Por todas estas causas, la Ley General de Educación se promulgó con múltiples recortes y añadidos de tendencia dogmática, por lo que pronto hubo que empezar a parchear con disposiciones aclaratorias su contenido.
Pues bien, aun así, supuso una auténtica revolución en la enseñanza. Y desde antes, incluso, de ser promulgada: la publicación del Libro Blanco de la Educación, en febrero de 1969 supuso la ruptura de los modelos de trabajo clásicos, pues por primera vez en treinta años, el gobierno se enfrentaba a su propio pasado, con una crítica a la estructura educativa existente, base para la búsqueda de soluciones adecuadas a los problemas.
Quienes nos encontrábamos cursando los estudios de Magisterio por aquel entonces, y tuvimos que leernos el llamado Libro Blanco, no acertábamos a concluir que nos encontrábamos en los umbrales de un cambio tan importante. Fue después, en el momento de poner en práctica las cuestiones concretas en que cristalizaba el proyecto, cuando comenzamos a sentirnos como parte importante de ese proceso revolucionario que la LGE supuso para los españolitos y españolitas de a pie.
Difícil de asimilar esto para aquella gente que había sido educada en la enseñanza memorística y represiva, con total ausencia de creatividad, personas en que no se había fomentado el pensamiento crítico, sino ahogado desde antes de que en ellas surgiera, y que contemplaban, atónitas, que sus hijos e hijas eran educadas de una manera tan diferente a aquélla en la que ellas lo habían sido. Nada, no entendían absolutamente nada, y como tan frecuente es en el pueblo español, que denosta cuanto se siente incapaz de comprender, así hizo con el llamado “plan nuevo”, y quienes no tenían ni idea de lo que era la educación se erigieron en eruditos en la materia, criticando algo sobre lo que no tenían conocimiento, asegurando que era innecesario el cambio, y que cómo el gobierno adoptaba un plan que ya hacía dos años que en Francia se había retirado. 

 En el plan de 1970 se destacaba la existencia, en la base del sistema, de la grave discriminación que suponía la existencia de dos niveles distintos de educación primaria, dividiéndose la población escolar entre quienes abandonaban la primaria a los diez años e ingresaban en la enseñanza media, y el resto (alumnado de “cultura general”), que la prolongaba hasta los catorce. Se consideraba un paso muy brusco para la madurez del niño o niña acceder con la temprana edad de diez años al Bachillerato Elemental, y se criticaba la temprana separación entre bachillerato de Ciencias y de Letras. En cuanto a la Formación Profesional denunciaba que los planes de estudio no se sincronizaban con el bachillerato ni conectaban con otros niveles educativos ¿Y qué decir de las enseñanzas universitarias? El Libro Blanco ponía de relieve, no sólo la imposibilidad de reingreso en la Universidad desde el mundo laboral, sino la total desvinculación de los estudios universitarios con las enseñanzas de los niveles educativos anteriores, la inoperancia de una universidad en que no se investigaba, y las dificultades para llegar a ella a los hijos e hijas de las clases trabajadoras.

Si todo esto se exponía en la primera parte del Libro Blanco, la segunda parte del documento iba destinada a sentar los principios en que se inspiraba la reforma pretendida, pero este aspecto será mejor tratarlo en un capítulo posterior.

sábado, 16 de mayo de 2015

POR QUÉ APOYO A EQUO

Y tú… ¿por qué narices apoyas a Equo?


Quizás la respuesta a esta pregunta no se encuentre entre la cadena de acontecimientos de los últimos meses.
Quisiera retroceder un par de años, porque fue en mayo de 2013 cuando acudí al salón de actos de la UNED con motivo de la presentación de este partido en Cartagena, no atraída por la presencia del antiguo representante de Green Peace, López de Uralde, pues siempre he sido bastante reacia a los protagonismos individuales, sino por mi asidua tendencia hacia las organizaciones de signo verde, que en alguna ocasión había manifestado con mi voto en los comicios europeos (otra de mis tendencias es la de pronunciarme por el voto de principios, y no recuerdo más que una ocasión en que me haya manifestado a través del conocido como voto útil).

Pues bien, en aquella ocasión, en que el nuevo partido expuso su modelo abierto y participativo, permanecí atenta a las manifestaciones en que no se habló sólo, como era de esperar, acerca de la defensa de la sostenibilidad, sino que se extendieron las intervenciones a la temática de la justicia social y la equidad, así como la defensa de los derechos humanos.
El concepto de democracia participativa que se expuso no me era ajeno, habiendo sido, como soy, militante de STERM-Intersindical desde la fundación de este sindicato, paradigma para mí de organización de funcionamiento asambleario, donde las haya, y las propuestas de este partido, con sólo dos años de historia, para la regeneración política y medioambiental, su compromiso con la regeneración democrática y las relaciones entre ciudadanos/as y estado, me convencieron de que había motivos para apostar por esta joven organización.
Y es que lo fundamental en un partido político es su ideología, y Equo se presenta como un partido claramente alineado en la izquierda, que se define como republicano federal, laico y europeísta, defensor del multiculturalismo, feminista, que cree en la democracia participativa en lugar de representativa, rechaza los sistemas productivistas del capitalismo y el marxismo, para definirse por la política verde, basada en la preservación del medioambiente y la defensa de la salud, y apuesta por la defensa de la enseñanza y la sanidad públicas. Fue por ello por lo que el año pasado aposté por estos principios dando mi voto a Equo en las elecciones europeas.


Cuando en Cartagena comenzó la ilusionada andadura del proyecto de confluencia Ganemos Cartagena, los miembros de Equo se encontraban presentes en las asambleas, junto con los de otros partidos, como Izquierda Unida, PCE o algunos de Podemos, y como organización se pronunciaron como dispuestos a continuar apoyando el movimiento de confluencia hasta el final.


Al ser abandonados por Izquierda Unida y ante la postura de intransigencia de Podemos, la asamblea ciudadana Ganemos decidió mayoritariamente no concurrir a las elecciones municipales, y a partir de ahí, quedé sumida en un pesimismo enorme que no me conducía más que a una postura posible: la del voto en blanco, una postura que no he manifestado nunca, pero que se me presentaba como la única salida, al no encontrar ninguna alternativa válida, ni desde el punto de vista ético, ni siquiera desde el estratégico.
Por ello, cuando a petición de algunas personas que habían venido trabajando en la confluencia, Equo convocó una asamblea para discutir y decidir acerca de su posible presentación a las elecciones municipales en Cartagena, me decidí a apoyar sin reservas esta postura.

A día de hoy, una semana antes de la celebración de los comicios, me siento satisfecha de mi decisión de aquel día, me encuentro feliz por mi apoyo a Equo, por formar parte de un proyecto que supone la mejor alternativa a Cartagena, porque Equo es una candidatura fresca y renovada, cuyo programa se ha elaborado a partir de las aportaciones de toda la ciudadanía, cuyo borrador se ha ofrecido a ser enmendado por ciudadanos/as a título individual, por organizaciones ciudadanas, por ONGs, por asociaciones vecinales y culturales, por expertos/as en los diferentes campos, y cuya redacción final se ha llevado a cabo en grupos de trabajo abiertos a la participación y aprobado en asamblea, haciendo práctico uno de los principios de Equo: el de la democracia directa y participativa.


Por todo esto he apoyado a Equo, por todo esto voy a votar su candidatura, y por todo esto pido para ella vuestro voto desde aquí.


Equo: La energía necesaria para Cartagena  



martes, 14 de abril de 2015

MI PARTICULAR OBITUARIO

Mal día el de ayer, 13 de abril de 2015, para el mundo de la cultura.
Los fallecimientos de Günter Grass y de Eduardo Galeano fueron las noticias que más corrieron por las redes sociales.
Reproduzco aquí este breve recuerdo que Floren Dimas ha tenido pare estos personajes:

MI particular obituario. 


En el cosmos del mundo literario, los grandes escritores se dividen en dos categorías: los que dedican su obra al estricto cultivo de la estética “como un lujo cultural de los neutrales”, al decir de Gabriel Celaya, y los que desde la pulcritud de sus creaciones, transmiten la denuncia y el compromiso ante el mundo de injusticias que les rodea.
Günter Grass y Eduardo Galeano, fallecidos ayer, compartían la condición de dedicar su creación literaria a abrir las mentes a la sensibilidad del dolor ajeno, a generar empatía hacia el que sufre, a rebelar el espíritu inconformista del ser humano, negándose a permanecer indiferente sin sentir vergüenza de sí mismo.

Al descubrir la última capa de su trayectoria vital, Grass tuvo la valentía de mirar a su pasado de alemán adolescente, para volver a contemplarse con mirada crítica dentro del negro uniforme de las SS,  como auxiliar de artillería. Entre aquella etapa de ocho meses, y el punto en que su corazón dejó de latir a los ochenta y siete años, han transcurrido setenta y uno años en los que, a modo de expiación por aquella fascinación satánica y pasajera, se volcó en legar al mundo una trayectoria creativa, a la que la concesión del premio Nóbel en 1999, hizo justicia por una vida entregada a la causa de la democracia y de la libertad.
Eduardo Galeano, nos ha dejado a los 74 años. Dos veces exiliado de las dictaduras uruguaya y argentina, encontró en España su segunda patria de 1976 a 1985 en que regresó a su país, justo a tiempo para sumarse a la campaña contra la impunidad de los crímenes de la dictadura que marcó su vida en el extranjero. Su obra es un paseo por la historia de Latinoamérica, mostrando el lado oscuro de la dominación imperialista desde ambos lados del Atlántico, dejando una amplia producción literaria, que nos sirve de atalaya para descubrir un continente complejo y multicolor, oscurecido por la explotación de las oligarquías nacionales y las dictaduras bananeras.
“Las venas abiertas de América Latina” y “El tambor de hojalata” son posiblemente el mejor testamento que Galeano y Günter Grass dejan a la humanidad, como una advertencia de las consecuencias a que pueden llevar las ideologías totalitarias y excluyentes, cuando millones de buenas personas no hacen nada para evitarlo.
Descansen en paz.
Floren Dimas Balsalobre

martes, 3 de marzo de 2015

EL HITO EDUCATIVO DE LAS MISIONES PEDAGÓGICAS



En el capítulo  6 de la serie “Educación: un problema sin resolver” que traté en este  mismo blog bajo el título  “Un pueblo alfabetizado para un estado democrático”, expliqué la manera en que, con la II República, había sonado la hora de la Enseñanza y el asombroso programa de reformas que la llamada “República de profesores” puso en marcha bajo el lema de que, en palabras del ministro de Instrucción Pública Rodolfo Llopis, “No hay revolución alguna que no haya desembocado en una reforma escolar”.
Hablé allí de las Misiones Pedagógicas que tenían como misión «difundir la cultura general, la moderna orientación docente y la educación ciudadana en aldeas, villas y lugares, con especial atención a los intereses espirituales de la población rural».
Seis meses después de la publicación de este capítulo, se ha llevado a cabo en Murcia la exposición “Las Misiones Pedagógicas en España”, exposición acompañada de diversas actividades, tanto en la capital Murciana como en Molina, Cartagena y Cieza, con ella relacionadas.

Creo que, por este motivo, debería extenderme algo más de lo que lo hice en su momento sobre este apartado del tema de la Educación Republicana.

Mi primera sorpresa al comienzo del reparto de la propaganda de las actividades fue el descubrimiento del elevado número de docentes que ignoraban o sólo tenían una lejana referencia acerca de lo que las Misiones Pedagógicas fueron, a pesar de la relevante importancia de este episodio histórico que fue pionero en Europa y supuso, posteriormente, un ejemplo a seguir en tantos países de América Latina.
Gracias a los misioneros, los habitantes de las zonas rurales recibían una significativa muestra de la cultura española, a través del Museo del Pueblo, el servicio de cine, las Bibliotecas Circulantes, el Teatro del Pueblo, el Servicio de Música  y la formación de maestros y maestras.

La creación de las Misiones Pedagógicas retrata la enorme importancia dada por la II República a la Educación como piedra angular del edificio de la Libertad.
No puedo menos que relacionar el empeño de las autoridades educativas en esta sublime empresa con las convicciones del maestro de “La lengua de las mariposas”, ese D. Gregorio, maestro que no pega, que piensa que la escuela es el camino de la libertad y que defiende con elocuencia sus convicciones, sobre que “Sólo será necesaria una generación educada en libertad para que nuestro pueblo español sea imparable”. Era ése el espíritu de las reformas educativas de la II República, y a ello trataron de contribuir las Misiones Pedagógicas, en las que participaron jóvenes intelectuales, como María Zambrano, Rafael Dieste, Miguel Hernández, Rafael Alberti, Cándido Fernández Mazas, Antonio Oliver o Carmen Conde.

“No venimos a pediros nada – dijo Manuel Bartolomé Cossío, el presidente
del Patronato en su discurso pronunciado en Ayllón (Segovia), la primera misión – Al contrario; venimos a daros de balde algunas cosas. Somos una escuela ambulante que quiere ir de pueblo en pueblo. Pero una escuela donde no hay libros de matrícula, donde no hay que aprender con lágrimas, donde no se pondrá a nadie de rodillas, donde no se necesita hacer novillos”.
Los misioneros llegaban a los pueblos y, su primera actividad, consistía en extender una sábana blanca sobre una pared, para que sirviera de pantalla en la que proyectar cuatro películas, una de ellas acompañada de una charla. En el servicio de cine cobró enorme relevancia la figura del joven José Val del Omar, que lo mismo hacía de técnico de cine que de fotógrafo, cameraman, proyeccionista, montador o electricista, que filmó más de cuarenta películas y documentales y realizó más de nueve mil fotografías.
Los campesinos y campesinas de cualquier edad acudían a estas actividades que servían como punto de arranque para la realización de las demás, como la de las Bibliotecas Circulantes, a las que se destinaba el 60 % del presupuesto, con el fin de paliar el estado de desierto literario en que nació la II República: no había prácticamente bibliotecas en España, y para comenzar a solucionar el problema se envió medio millón de libros a las aulas más olvidadas. Se llegó con los libros a 5.522 localidades menores de 5.000 habitantes, la mayoría de las cuales eran aldeas de 50, 100 ó 200 habitantes, libros de literatura clásica y contemporánea, Historia, Geografía, Pedagogía, Técnicas agropecuarias o Biografías.
Y si interés demostraron ante el cine o las bibliotecas, no se quedaron atrás las mujeres y hombres del medio rural ante el Teatro del Pueblo. Artífices de este servicio fueron figuras como la de José Plans y Alejandro Casona.
Pasos y entremeses de nuestro teatro clásico se representaban sobre un tabladillo montado por los mismos actores, estudiantes voluntarios que transportaban el atrezzo y vestuario en una camioneta. Obritas que iban acompañadas de un repertorio musical integrado por canciones corales y romances tradicionales.
Pero era imposible llevar el teatro a todas partes, no sólo por las dificultades del transporte, sino por la escasez de personal, por lo que pronto surgió el proyecto de creación de un guiñol que cumpliese las exigencias de un espectáculo culto, sin renunciar a la frescura popular y el desenfado. Surge así el Retablo de Fantoches, con  muñecos fabricados por los propios misioneros.
Para completar estas actividades se crea el Servicio de Música.
Sólo en un año se repartieron 66 gramófonos y 2.155 discos.
Eduardo Martínez Torner elegía las grabaciones y Pablo de Andrés Cobos realizaba las fichas que acompañaban a estas obras universales o de interés general. También a Martínez Torner se debió la creación y dirección del coro que recogía las canciones populares olvidadas o adulteradas por los campesinos y campesinas y conseguía que las volvieran a cantar.

El Museo del Pueblo supuso un intento de acercar el pueblo llano a las obras de los grandes maestros de la pintura española, mediante la exposición circulante de copias de éstas realizadas en su mayor parte por Bonafé, Gaya y Vicente. Fue Ramón Gaya quien estuvo encargado de la coordinación.
Días antes de la llegada de los cuadros, bien embalados y transportados en camionetas, se anunciaba la llegada con carteles. Durante todo el tiempo que duraba la exposición, en un local del pueblo acondicionado por voluntarios, se daba información sobre los autores de las obras y atendían las preguntas o dudas de los asistentes. Por la mañana se visitaba el museo  por las tardes se visionaban proyecciones sobre otros cuadros, e incluso se regalaban, cuando el presupuesto lo permitía, fotografías de los cuadros a los asistentes.

Durante más de ochenta años quienes eran niños y niñas en aquella época estuvieron recordando la llegada de los misioneros a su pequeña aldea, las películas que vieron, las canciones que cantaron y los libros que leyeron.
Pero los jóvenes de hoy ignoran la existencia e importancia de las Misiones Pedagógicas, así como la suerte corrida por los casi seiscientos españoles que habían colaborado directamente con ellas. Algunos misioneros fueron directamente asesinados al estallar la guerra, otros se enrolaron en las Milicias de la Cultura o las Brigadas Volantes y muchos de ellos fueron encarcelados, expedientados o exiliados. Algunos de ellos se integraron en las filas franquistas.
Este proyecto de Solidaridad Cultural se desmanteló tras la guerra civil, pero en América Latina, de la mano de los misioneros exiliados, el modelo desarrollado por la República encontró su continuación en Colombia, Cuba y Uruguay.
Mientras tanto, las alas del águila franquista proyectaron su sombra de incultura sobre España donde un período que aún hoy no se da por concluido. El analfabetismo funcional sigue siendo una gran tara que frena nuestra evolución hacia un mundo de justicia e igualdad.







jueves, 19 de febrero de 2015

RECITAL DE VICENTE PALAO


Con el recital de Vicente Palao sobre los grandes poetas y el compromiso cultural de la II República se dio término en Cartagena a las actividades realizadas en el entorno de la Exposición sobre las Misiones Pedagógicas en España que de tan gran receptividad han gozado en la región.



Eusebio Saura, miembro de STERM - Intersindical, llevó a cabo la presentación de Vicente Palao, Eduardo Piqueras y Raúl Carrión, que en el agradable ambiente de la sala del Archivo Municipal de Cartagena deleitaron a los asistentes con una serie de canciones pertenecientes al montaje que Vicente Palao, el versionador y recitador yeclano presentó realizando un recorrido por los grandes poetas que acompañaron con sus versos la obra cultural de la II República Española.




Haciendo gala de su estilo didáctico, y en un tono de íntimo acercamiento al público, el amigo Vicente, a través de la lectura de sus textos y la libre interpretación de las canciones que cantautores como Paco Ibáñez, Serrat o Leonard Cohen compusieron con los poemas de Rafael Alberti, Federico García Lorca, Antonio Machado y Miguel Hernández, nos puso en contacto
con  esta época de esperanza e ilusión en la que el ensayo del modelo cultural y la apuesta por la modernidad que la creación de las Misiones Pedagógicas supuso, creó en el pueblo una enorme expectativa de confianza en la llegada de un mundo mejor. Ilusión y expectativa que se vieron truncadas por la fuerza de las armas.

Broche de oro para estas actividades que nos han acompañado durante estos días.



Las Misiones Pedagógicas, un tema casi desconocido para una inmensa mayoría, a pesar de la experiemcia, única en la Europa de aquellos tiempos, e inspiradora de posteriores experiencias llevadas a cabo en diferentes países de América Latina posteriormente, han sido conocidas un poco más gracias a la exposición y las diferentes charlas que, a lo largo de este mes, la Asociación de Jubiladxs y Pensionistas de STERM-Intersindical han puesto en funcionamiento en nuestra región.


miércoles, 21 de enero de 2015

NUESTRO CINE CENTRAL



En el año 1916, con el estreno de la película “Menicelli” se inauguró en Cartagena el Salón Sport.
Se trataba de un cine construido sobre el solar que durante 80 años había ocupado el antiguo convento de La Merced, y durante los primeros años de su existencia, en que funcionó como mercado por las mañanas y como salón de cinematógrafo por las tardes, estuvo regentado por la ejecutiva del partido político denominado “El Bloque”, liderado por José García Vaso.


Diez  años más tarde se acometió la remodelación del local, bajo la dirección del arquitecto Lorenzo Ros, y a partir de su reinauguración, en septiembre de 1927, se dedicó al uso exclusivo como cine, un cine cuya decoración era admirada por quienes como espectadores acudían a sus proyecciones.

Continuó llamándose Cine Sport cuando cambió de propietario, en 1935, y continuó con esa denominación hasta que, tras el final de la guerra, pasó a llamarse Cine Central, en 1939, nombre con el que lo conocimos hasta el año 2000, cuando con su cierre acabó una etapa importante de la historia de la ciudad.

Allí hemos visto la proyección de Los diez Mandamientos, de Ana Karenina, de Las señoritas de Aviñón… allí intentábamos burlar al portero para entrar a ver películas para mayores de 18 años, entrando con fingida seguridad, enormemente maquilladas, para que no nos pidiese que acreditáramos la edad mostrando el D.N.I. Allí nos hemos reído y emocionado durante nuestra adolescencia y juventud, en esa sala que se ha ido arruinando a lo largo de los últimos quince años sin que nadie hiciera nada por remediarlo.

Allí hay un horroroso proyecto de ocupación del inmueble para uso de oficinas, en lugar de restaurarlo y devolverle su antiguo esplendor, devolviéndole su antiguo uso como cine o como teatro.
A pesar de las peticiones ciudadanas, el antiguo cine Central no volverá a recuperar su función. Con él pasará al olvido una etapa de nuestra historia, de la historia de tantas cartageneras y cartageneros que pasamos tantas tardes de los fines de semana con los ojos clavados en la fábrica de sueños que para nosotras y nosotros fue su pantalla de proyección. Habrá que dar las gracias a nuestra alcaldesa por habernos frustrado ese otro sueño de ver restaurado y puesto de nuevo en funcionamiento el cine Central.