viernes, 14 de febrero de 2014

48 MINISTROS PARA UNA SOLA LEY


Claudio Moyano
Me encuentro entre quienes, en su día, criticamos que la implantación de la LOGSE no hubiera venido acompañada de una ley de financiación de ésta, hecho que no resulta extraño en este país en que casi todas las leyes se implantan sin ser acompañados de la normativa sobre la manera de financiarlas.

LA LEY MOYANO

Manuel Alonso Martínez
Pero no siempre ha sido así a lo largo de nuestra historia, y una honrosa excepción la constituye la Ley promulgada en 1857, más conocida por Ley Moyano. Por primera vez en nuestra historia se decreta la obligatoriedad de la Enseñanza Primaria, y se da un primer paso hacia la secularización de la Escuela.

Esta ley quedó obsoleta con el paso del tiempo: un sistema que establecía la obligatoriedad de la enseñanza durante un período de sólo tres años no podía suponer durante mucho tiempo, por más que hubiera supuesto un primer e importante paso,  el instrumento adecuado para la modernización de un país. Sin embargo, fue el fundamento del ordenamiento legislativo del sistema educativo español durante más de 100 años, pues los cambios y mejoras en educación llevados a cabo durante las primeras décadas del siglo XX, fueron ignorados por el franquismo, que mantuvo la vigencia de la normativa de 1857 hasta que, en 1970, con Villar Palasí, se estableció una Enseñanza Primaria Obligatoria que abarcaba un amplio abanico de edades y ponía, aunque limitados, los medios para la gratuidad.
Volviendo a la Ley Moyano, que es la que nos ocupa: En 1857, el gobierno moderado impulsó una Ley Reguladora de la Enseñanza, que  incorporó una gran parte del Proyecto de Ley de Instrucción Pública del 9 de diciembre de 1855, proyecto que había sido elaborado durante el Bienio Progresista por el ministro de Fomento Manuel Alonso Martínez.

ENSEÑANZA PRIMARIA OBLIGATORIA EN TRES NIVELES
GRATUITA PARA QUIENES NO PUDIERAN PAGARLA

Monumento a Claudio Moyano
La pertenencia del ministro a la Unión Liberal no supuso un problema para que, durante el siguiente gobierno, se aprobara la iniciativa legislativa de Claudio Moyano, basada en el proyecto del partido opositor, que se concretó en la Ley de Instrucción Pública de 9 de septiembre de 1857, que intentó mejorar la deplorable condición de la educación en España, organizando la Enseñanza Primaria en tres niveles, obligatoria para los niños y niñas entre 6 y 9 años de edad, gratuita para quienes no pudiesen pagarla.
Se trataba de una recopilación de decretos y normas con el fin de acabar en España con las altísimas tasas de analfabetismo, que la tenían ubicada en uno de los últimos países europeos en lo que a instrucción se refería.
La decretada gratuidad de la enseñanza no se hizo realidad en todos los casos, ya que la puesta en práctica de la norma dependía de la iniciativa municipal, o privada según los casos.

LOS MAESTROS SE FORMABAN EN LAS ESCUELAS NORMALES
Y SE ESTABLECIÓ ACCESO POR OPOSICIÓN
A LOS CATEDRÁTICOS DE INSTITUTO

La Enseñanza Secundaria tenía carácter opcional y se estableció un currículo de Bachillerato, que permaneció estable hasta 1870, cuando se suprimió el grado de bachiller universitario, para conferirse en los institutos. También desapareció la diferencia entre institutos de primera y segunda clase.
Se decretó que los maestros tenían que formarse las Escuelas Normales de Magisterio, estableciéndose una en cada capital de provincia, y ubicándose en Madrid la sede de la Escuela Central. Para el catedrático de instituto se estableció un sistema de oposiciones de acceso.
Se permitía la enseñanza privada en los colegios religiosos, a los que se confirió especial consideración, y el Estado se reservó la gestión de las universidades, en las que debía impartirse la Enseñanza Superior.
Más adelante, en 1887, la administración central se hizo cargo de los costes de los institutos, que, hasta entonces, habían sido afrontados por los municipios y las diputaciones.
Fue a partir de aquí donde comenzó el proceso de regeneración de la educación española.

SE CREA EL MINISTERIO DE INSTRUCCIÓN PÚBLICA

El siglo XX nos trajo una configuración diferente de las enseñanzas y la creación por primera vez del Ministerio de Instrucción Pública, durante la regencia de Mª Cristina de Habsburgo, madre de Alfonso XIII, siendo su titular, desde abril de 1900 hasta marzo de 1901, el murciano Antonio García Alix.

A imitación de Francia, que desde 1824 contaba con un ministerio encargado exclusivamente de la enseñanza, en España, siendo el Presidente del Consejo de Ministros Francisco Silvela, por Real Decreto de 18 de abril de 1900 se creó en España, por primera vez un ministerio específico para la educación, que calcó su nombre del francés: Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, dejando desde ese momento de ser el Ministerio de Fomento el encargado de su gestión.
En el real Decreto, en la exposición de motivos para la creación de este organismo, se deja entrever que los desastres del 98 estaban ya superados y se había logrado una reconstitución financiera que hacía posible afrontar nuevos retos económicos, como la creación de este nuevo ministerio, y se establecen todas las competencias del nuevo ministerio, que, se expone: “entenderá en lo relativo a la enseñanza pública y privada en todas sus diferentes clases y grados, en el fomento de las ciencias y de las letras, Bellas Artes, Archivos, bibliotecas y museos”.
Tras el articulado, se adjunta el presupuesto de gastos para el año 1900, desde el sueldo del Ministro, inspectores y personal docente de los tres niveles de enseñanza (Primaria, Secundaria y Superior), hasta el dedicado a construcciones.

REFORMAS EDUCATIVAS ENTRE 1900 Y 1931

Una vez nombrado ministro Antonio García Alix promovió intrascendentes cambios, que respetaron la esencia de la ley, y posteriormente, a lo largo de 1903, tres nuevas reformas tendrán lugar; la más importante, la del Conde de Romanones, que crea una nueva figura: la de los institutos técnicos, y las dos posteriores, destinadas a incrementar exageradamente los contenidos del currículo y el número de exámenes y asignaturas.
A partir de aquí, y hasta el momento de la instauración de la II República, debemos destacar, por su enorme importancia, dos hechos en materia de enseñanza: La creación del Instituto Escuela y la reforma de 1926.
La creación del Instituto Escuela se debe a una iniciativa  pública de sabor privado. Se creó en Madrid, en 1918, como un experimento educativo para extender a la enseñanza secundaria oficial los principios pedagógicos de la Institución Libre de Enseñanza. Su importancia radica en el establecimiento de la investigación y la formación del profesorado como actividades de Enseñanza Media, lo que supuso un revulsivo en cuanto a concepción y metodología en este nivel.
En cuanto a la reforma de 1926, concebida por el ministro Callejo de la Cuesta, lo más relevante fue la creación del Bachillerato Elemental y la eliminación del examen de conjunto para establecerlo por asignaturas.



Pocas reformas para un período de tiempo tan amplio como el comprendido entre 1900 y 1931, sobre todo si tenemos en cuenta los frecuentes cambios de signo en los gobiernos y la frecuencia de cambio de titular en el Ministerio, pues durante los dos años que quedaban de regencia de Mª Cristina hubo dos ministros: uno conservador y uno liberal, y en el período del reinado de Alfonso XIII, previo a la dictadura de Primo de Rivera, el Ministerio cambió de manos en ¡¡¡42 ocasiones!!! Alternando los gobiernos liberal y conservador.
Fue el pacto de la alternancia lo que salvó al sistema educativo, al contrario de lo que ocurre en la democracia actual, en que cada cambio de signo en el gobierno trae consigo una nueva reforma educativa, y así nos luce…
Tampoco los cuatro ministros correspondientes a los ocho años de la dictadura entraron en grandes reformas, pues la ya citada del 26 no supuso ninguna conmoción, sino una mejora respecto a lo existente.
No quiero abarcar demasiados temas en este capítulo, que podría hacerse interminable. Lo dejo aquí, de momento, para continuar más adelante con una panorámica de las iniciativas pedagógicas y estructurales, tanto privadas como públicas, que tuvieron lugar entre los años 1900 y 1931, iniciativas de las que todavía nos queda bastante que aprender. 


lunes, 10 de febrero de 2014

JESÚS AZCOYTIA MARTÍNEZ, ESCULTOR

Ayer falleció Jesús Azcoytia Martínez.
Primo mío en segundo grado, un buen hombre y un gran artista.
Nació en 1954, en Cartagena, y desde pequeño demostró un gran amor por el arte, amor que heredó de Loli, su madre, a quien le encantaba dibujar y pintar.
Contaba Jesús que en el colegio, en lugar de estudiar, se dedicaba a dibujar, y cuando cumplió los diez años, su abuelo, Guillermo Martínez Godínez, decidió apoyarle la afición y lo llevó al taller de un pintor cartagenero para que aprendiera a dibujar, pero su mayor interés fue la escultura, y de manera autodidacta se dedicó al barro, con el que trataba de dar forma a todo lo que rondaba por su mente.
En 1974 ingresó en la Escuela de Artes y Oficios de Murcia, donde caminó de la mano de Juan González Moreno, quien siempre fue considerado por él como su gran maestro.
Trabajó después con la escultora Alicia Séiquer y fue contratado por varios talleres de modelado, hasta que, en el de Antonio García Mengual, en Espinardo, se dedicó a trabajar la madera, siguiendo la tradición de la escuela barroca murciana.
Se dedicó a realizar restauración e intervenciones sobre diversas imágenes procedentes del Campo de Cartagena (Virgen de la Soledad en Canteras, Virgen de la Piedad en Perín...)
Su primera obra fue la imagen de San Pedro, para la cofradía de La Verónica, de Alhama de Murcia.
Siguieron después un Santiago Apóstol, para Cuesta Blanca, un Jesús Nazareno y una Virgen de la Soledad, para Águilas, la imagen de María Santísima del Dulce Nombre para la iglesia de San Ginés, en Cartagena, y la Virgen de la Soledad, patrona de La Puebla.

En Cartagena realizó el paso de la Unción de Jesús en Betania,  el Pilatos del paso de La Sentencia de Jesús, y la Virgen del paso de Las Santas Mujeres ante el sepulcro.
En León, la imagen de Nuestra Madre Santísima del Desconsuelo, y en Jumilla, los pasos de Jesús ante Herodes y la Unción de Jesús en Betania.



Desde aquí, un recuerdo emocionado hacia su entrañable persona.



jueves, 6 de febrero de 2014

ECHA LA CULPA A LA LOGSE

EDUCACIÓN: UN PROBLEMA SIN RESOLVER

 

Hace unos años expresé, durante una conversación, mi opinión de que el origen de la mayoría de los problemas de este país reside en que, previo a la democratización del acceso a los bienes de consumo debía haberse dado el acceso a la educación.

Uno de mis interlocutores me respondió, mientras otros me miraban con expresión entre incrédula y sorprendida que cómo decía eso cuando nos encontrábamos en una época en que estudiaba más gente de la que nunca lo había hecho hasta entonces.

 

Hoy continúo convencida de mi afirmación, quizás aún más de lo que lo estaba entonces, y a la vista de la actual situación, no dejo de repetirme que si las diferentes políticas educativas del Estado Español a lo largo del último siglo hubiesen sido diferentes, quizás hoy nos encontraríamos en una situación considerablemente mejor a la actual.

Quiero destacar que me he referido al último siglo, no a los últimos treinta años, al contrario de lo que se suele hacer al analizar estos temas. Porque se habla mucho de la manera en que durante la etapa de la democracia los distintos sistemas educativos se han establecido en función de las diferentes ideologías representadas por los dos diferentes partidos políticos que han gobernado, y si desde la izquierda las movilizaciones actuales en contra de la LOMCE inciden en que se trata de una ley partidista que no mejora la calidad educativa, que es segregadora y anula la participación, desde la derecha se recurre a la LOGSE para justificar los malos resultados del informe PISA.

 


ECHA LA CULPA A LA LOGSE:

 

Sí, echa la culpa a la LOGSE para justificar lo injustificable: la aprobación de una ley que no considera la Educación como un derecho fundamental, que profundizará en las desigualdades del alumnado y establece una enseñanza obligatoria que no será igual para todos los estudiantes. Y para justificar la sinrazón echamos mano de los patéticos resultados del informe PISA y le echamos la culpa a la LOGSE.

Si, echa la culpa a la LOGSE… ¿Y por qué no echarle la culpa a la LODE y la LRU, a la LOCE o la LOPEG? ¿Y por qué no echarle la culpa a leyes anteriores, como la LGE o la Ley Moyano?

 

¿Cuándo, por fin, ostentará el poder un gobierno para el que la educación sea una prioridad, y no un arma arrojadiza que utilizar contra el gobierno anterior? ¿Cuándo se llegará a un acuerdo educativo entre las principales fuerzas políticas?

 

No le echemos la culpa a la LOGSE, ni a la LODE, ni a la LOCE… echemos la culpa a la incapacidad de las clases dirigentes, y acerquémonos al verdadero origen del problema.




1969: “EL LIBRO BLANCO

Me encontraba cursando los estudios de Magisterio cuando oí hablar por primera vez de la Ley de Villar Palasí.
Era el 1969 y nos tocó estudiar el denominado “Libro blanco”, en el que se hacía un análisis del sistema educativo y los recursos de que se disponía.
La Ley General de Educación y Financiación de la Reforma Educativa de 1970 (ésa fue su denominación) mostraba una ambición pedagógica: nuevas metodologías, nuevas asignaturas, mayor calidad educativa… y un intento real de que para los futuros estudiantes fuese realidad la igualdad de oportunidades.
El ministro Villar Palasí
Para quienes nos habíamos educado bajo el régimen franquista supuso una auténtica revolución, y el entusiasmo con el que los/las docentes de la década de los setenta nos entregamos a nuestra tarea no pudo ser eclipsado por los recelos de quienes continuaron anclados en el pasado y rechazaron la reforma por lo que suponía de atentado a “lo que siempre se había hecho”, ignorando que, lo que hacían, no era lo único que, hasta entonces, se había hecho, puesto que antes que aquélla, se habían llevado a cabo en nuestro país otras muchas e importantes reformas.
Lo bueno había sido la manera en que, antes de la intrusión de la educación franquista, cada reforma acometida por los diferentes gobiernos, generalmente había partido de la base de las reformas anteriores, aprendiendo de sus aciertos y tratando de enmendar los errores.
Me gustaría ser capaz desde estas páginas de dar una breve visión de algunas de las reformas de nuestro sistema educativo a lo largo del tiempo, destacando los aciertos de cada una de ellas, aunque no sé si sabré hacerlo.
De todos modos, voy a intentar, a partir de hoy, ir introduciendo periódicamente nuevos capítulos a este análisis de nuestro eterno problema: el sistema educativo que nos ha tocado padecer. No sé si lo conseguiré.