martes, 14 de mayo de 2013

SI NO TIENEN PAN, QUE COMAN BICHOS


Pocas horas después de oír la última propuesta de la FAO para acabar con el hambre en el mundo (que nos dediquemos a comer insectos) me entero de lo acaecido en el Colegio Público Isla de Tabarca, situado en una de las zonas más económicamente deprimidas de Alicante. La empresa de Catering correspondiente al comedor escolar de ese centro, tras cumplido un año sin que el gobierno valenciano le pague la deuda, ha decidido suspender el servicio. El ayuntamiento de la ciudad, como medida provisional, se ha prestado a suministrar bocadillos al alumnado durante los dos primeros días, pero después de ellos, más de 260 escolares, la mayoría de ellos en tal situación de precariedad que no hacen más comida al día que la consumida en el comedor escolar.


Ante la repercusión de la noticia, el Consell ha notificado que pagará 12.000 de los 180.000 euros que debe a la empresa.


No es mi crítica para esta pequeña empresa que se ha visto obligada a reducir a 17 trabajadores el total de su plantilla, cuando inicialmente tenía un total de 25, sino para la falta de previsión  de las autoridades educativas que han esperado hasta la trascendencia pública de la situación para enmendar en una mínima parte su desidia. Unas autoridades incapaces de establecer un adecuado sistema de prioridades que prevenga situaciones de este tipo.

En medio de este caos que supone la decidida apuesta de las administraciones por la progresiva eliminación del carácter público del sistema educativo, se eleva el lamento de la clase más perjudicada: la más deprimida, como siempre, pues en la marcada polarización de los gobiernos central y autonómicos hacia una creciente  postura de favor a la enseñanza privada y concertada se vislumbra con, cada vez más impotencia por parte de quienes defendemos el sistema público, que los centros de enseñanza públicos van circunscribiendo su alumnado, casi exclusivamente, al procedente de las familias más humildes, más marginadas...


Un pueblo sin educación es un pueblo sin futuro. Y un pueblo con hambre, es un pueblo sin presente.

Y si esto parece ser lo buscado por quienes nos mangonean en el ámbito de lo estatal, ¿qué decir de quienes lo hacen en el internacional? O si no, ¿qué pensar de esta propuesta de la FAO de recurrir a alimentar a la desesperada población hambrienta a base de insectos, mientras que los ganadores y agricultores, también desesperados, tiran los alimentos en las cunetas y derraman la leche por el asfalto o se utiliza ésta, para paliar el excedente, como ingrediente en ciertos productos cárnicos? La normativa no permite repartir los excedentes entre quienes no tienen acceso a una alimentación básica... y entre tanto, ¿quién hace por presionar para que se cumplan los, en su día, cacareados objetivos del milenio?

Recuerdo la frase atribuida a Mª Antonieta "Si no pueden comer pan, que coman piedras". Esto es lo que se persigue, que mientras arriba se derrocha el foie y el caviar, abajo se coman insectos. Y esto es lo que se conseguirá, porque sólo un pueblo unido puede luchar contra esto, y ¿dónde,  cómo y cuándo, la unidad del pueblo?

miércoles, 8 de mayo de 2013

CARTAGENA, NO HAY QUIEN TE ENTIENDA



Un grupo de personas esperó ayer en Santa Lucía la llegada de la Marcha contra el Paro, que fue recibida con entusiastas gritos y aplausos.
Una mujer, luchadora con muchos años de presencia en los movimientos sociales, me dijo conmovida: "Esto a mí me emociona" .
También a mí me emocionó, pero me disgustó al mismo tiempo. Me disgustó que no fuera mayor, mucho mayor la presencia de los cartageneros y cartageneras que tenían que haber llenado, no ya la plaza, sino todo el barrio, que tenían que haberse extendido hasta el puerto, hasta la estación de autobuses... en una ferviente y calurosa acogida.
Cuando la marcha se encaminó, en manifestación que rodeó el centro urbano, en dirección a la puerta de la Asamblea Regional, un hombre entrado en años, que hacía de gorrilla junto a la Casa del Mar, me preguntó "Esto, ¿pa qué es? ¿pal empleo?" - "Sí, para el empleo" - "Pos a ver si es verdad, que aquí tiene uno que estar de aparcacoches pa sacar algo".
¿Cuántos parados y paradas, cuántas madres y padres de jóvenes sin empleo podían haber acudido a apoyar la marcha y no lo hicieron? ¿Cuántas personas, de una u otra edad, de uno u otro sexo, que protestan por la situación en la barra del bar o la cola del cajero del supermercado, no han salido, ni una sola vez desde que comenzó la crisis, a manifestarse públicamente? ¿Será que no encuentran motivos para manifestarse? ¿Será que no sienten, realmente, los efectos de la crisis?

Porque eso es lo que muchas veces pienso: que en Cartagena no hay crisis, que no ha llegado todavía. Y si ha llegado, es que no se han enterado. No lo sabe la mayoría de la población... ¿Cuál será la Cartagena real? ¿La de las colas del paro, de las personas atendidas por diversas ONGs, de gente que busca y rebusca en los contenedores de basura, de abuelos y abuelas que mantienen a jóvenes sin futuro con una mínima pensión? ¿O la de quienes continúan abarrotando el teatro para ver una comedia, llenando las mesas de los restaurantes y saliendo de vacaciones de lujo? Pienso, a veces, que debe ser la segunda, porque si fuera la primera Cartagena la real, lo que habría estado abarrotado ayer tarde habría sido el paseo Alfonso XIII a la llegada de la Marcha frente a la Asamblea Regional.
No acierto a comprender por qué extraños motivos quienes se sienten agredidos, en la persona de sus allegados o en carne propia, por la surrealista situación que estamos viviendo, dejan de acudir a las calles a protestar por la supresión de sus más elementales derechos.
Definitivamente, este mundo no hay quien lo entienda. 


DECLARACIÓN UNIVERSAL DE DERECHOS HUMANOS.

 Artículo 23:


1. Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo.

2. Toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por trabajo igual.


3. Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de protección social.





4. Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicarse para la defensa de sus intereses.