A pesar de la guerra, diversas instituciones republicanas
continuaron con el gran esfuerzo por la cultura y la lectura popular,
promoviendo un desarrollo educativo y cultural que, en su conjunto, dio lugar a
un movimiento educativo de gran magnitud que no ha sido superado.
Considerando la importancia que la
educación y la escuela tenían para la República, no sorprende que, a pesar de
las terribles urgencias de la guerra, en la zona republicana se procurara
atender la educación de la infancia y la alfabetización de los adultos, incluso
en las propias trincheras. Una buena muestra de este interés nos lo ofrecen las campañas de alfabetización
entre los soldados. En febrero de 1937 se disponía en la Gaceta la creación de las "milicias de
la cultura", formadas por maestros adscritos a unidades militares con el
fin de promover la alfabetización de la población adulta y combatiente. En
noviembre de ese mismo año se organizaron las "brigadas volantes de lucha
contra el analfabetismo en la retaguardia".
Durante la guerra, la federación de trabajadores de la Enseñanza, FETE – UGT, procede a la reestructuración de la trama docente. La enseñanza continúa en la retaguardia, a pesar de los bombardeos, y continúa en las trincheras, pero mientras que en la zona republicana se continúa con la trayectoria, dentro de la legislación vigente, de extensión de la cultura a la población, en el bando nacional la actividad se centra en el control, la censura, la incautación, la depuración e incluso la quema de bibliotecas.
Poco tenía que ver la situación en el bando rebelde con la del
republicano. A medida que las tropas facciosas avanzaban, se emitieron varias
disposiciones con el fin de lograr un control total de los fondos
bibliográficos, con lo que contribuyó a la reducción del número de bibliotecas
públicas anteriormente creadas. Las primeras disposiciones, ya en 1936,
consistían en la prohibición de producción, comercio y circulación de libros,
periódicos, folletos e impresos que no sirviesen para propagar las ideas de este
sector del Ejército y del Nuevo Estado, lo que inició una política de lo que se
denominó “depuración”. Para ello se creo una Comisión de Depuración compuesta
por distintos miembros como académicos y militares eclesiásticos que tenían la
facultad de efectuar expurgos ideológicos, literarios y de otro tipo, siempre
que por su contenido se opusieran al Movimiento Nacional.
Se emitió una serie de listas de libros y otro tipo de
publicaciones que, por su contenido en ideas del bando republicano, conceptos
inmorales, propaganda de doctrinas marxistas, y todo cuanto fuera crítico con
el Movimiento, la unidad de la Patria, la religión católica y la denominada
Cruzada Nacional, fueron prohibidos. Con el fin de controlar mejor esta
situación, en abril de 1937 se establece la obligatoriedad, por parte de los
impresores españoles, de entregar mensualmente un ejemplar de todas las
publicaciones del tipo que fueren.
Durante los tres años que dura la confrontación, la vida social,
cultural y política del país vive conmocionada, por lo que habrá que esperar
hasta la victoria de los sublevados en 1939, para reanudar la historia del
sistema educativo español. Pero es preciso destacar que, mientras que en la
zona republicana se continúa con la trayectoria, dentro de la legislación
vigente, de extensión de la cultura a la población, en el bando nacional la
actividad se centra en el control, la censura, la incautación, la depuración e
incluso la quema de bibliotecas.
Durante los tres años de duración de la
guerra, cuando las tropas franquistas conquistan alguna localidad, los primeros
paseos, las primeras ejecuciones, fueron las de los maestros.
Al terminar la guerra, los profesores y profesoras que no fueron ejecutados o condenados a prisión, fueron depurados.
Durante la II República hubo sectores que
se sintieron muy perjudicados por la reforma educativa. Se consideraba a los
maestros como “el instrumento más
perturbador y disolvente”, en palabras del cardenal Herrera Oria.
Víctimas predilectas de
la represión franquista, los funcionarios de la enseñanza fueron considerados
por la nueva legislación como «los
principales factores de la trágica situación a que fue llevada nuestra Patria».
Durante la primera etapa de la represión, José Mª Pemán, que fue, uno de los pocos intelectuales que se puso del lado de los fascistas, considerado por ellos notable ideólogo, escribió: "Los individuos que integran esas hordas revolucionarias, cuyos desmanes tanto espanto causan, son sencillamente los hijos espirituales de catedráticos y profesores que, a través de instituciones como la llamada "Libre de Enseñanza", forjaron generaciones incrédulas y anárquicas".
Durante la primera etapa de la represión, José Mª Pemán, que fue, uno de los pocos intelectuales que se puso del lado de los fascistas, considerado por ellos notable ideólogo, escribió: "Los individuos que integran esas hordas revolucionarias, cuyos desmanes tanto espanto causan, son sencillamente los hijos espirituales de catedráticos y profesores que, a través de instituciones como la llamada "Libre de Enseñanza", forjaron generaciones incrédulas y anárquicas".
La represión se cebó sobre el cuerpo docente, tal vez el colectivo más
indefenso de cuantos se atrevieron a abogar por la justicia social y económica,
cuestionando el monopolio clerical de la enseñanza y desempeñando un papel
acelerador del progreso y la cultura desde las aulas y con la educación de los
niños. Fue a ellos a quien se acusó de todos los males y a quien se consideró necesario reprimir de manera ejemplar.
Si la inmensa mayoría de maestros y
maestras que no fueron ejecutados o encarcelados, fueron depurados, ¿Quién
podía impartir la enseñanza después del AÑO DE LA VICTORIA?
Y, si el sistema educativo republicano
había supuesto una tan gran fuente de conflictos, ¿qué sistema de enseñanza
nacería de la ideología de los vencedores?
La instauración del modelo educativo
franquista comporta una ruptura con el modelo anterior, ruptura querida y
potenciada. Para potenciar la ruptura, buscando una escuela que consolide el
nuevo régimen, se recurre a la depuración como forma de romper el pasado y
asegurarse, en la medida de lo posible, unos profesionales dóciles y adictos a
la nueva doctrina: el Nacionalcatolicismo.
Y así se hizo. De aquellos polvos vinieron estos lodos. Con la victoria fascista se dio comienzo a una nueva etapa en la historia de la Educación: la etapa del retroceso, de un retroceso de un siglo, retroceso cuyas consecuencias continuamos padeciendo aún hoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario