lunes, 4 de marzo de 2013

LAS UVAS DE LA IRA, LA MARCHA SILENCIOSA Y UNAS CUANTAS COSAS MÁS



Mientras marchábamos el sábado, día 2 de marzo, silenciosamente, por las calles de Cartagena, como homenaje a Guillermo Santos, víctima de la crisis económica, parado, casado y padre de 3 hijos, refugiado en casa de la abuela de su mujer, por haber sido desahuciado de su casa, y que a los 45 años optó por el suicidio, incapaz de seguir luchando, comentábamos entre los asistentes lo imposible que habría sido hace tan sólo treinta, o veinte, o incluso diez años, imaginar que hoy nos hubiéramos podido encontrar en la situación en que hoy nos encontramos… 
en esta situación de retroceso en el estado del bienestar, en esta situación de precariedad, de pérdida de las libertades, en esta situación de antidemocracia creciente… y evoqué  la primera vez que visioné “Las uvas de la ira”, el impacto que me causó esta película, y la emoción contenida con que, años después, me entregué a la lectura de la novela de John Steinbeck, del mismo título.


Esta obra de ficción, inspirada en la realidad histórica de la crisis del 29, retoma hoy su actualidad, ante la realidad del momento que jamás nos imagináramos que nos llegaría a tocar vivir en pleno siglo XXI.

Las uvas de la ira es la crónica de una familia depauperada en su viaje hacia una tierra de promisión, buscando trabajo y mejores condiciones de vida. No se trata de una obra moralizante, ni tampoco de propaganda, sino de un libro tremendamente realista en que unos personajes llenos de profundidad y humanidad, ser muestran como auténticos luchadores, que no dudan en denunciar los abusos del poder y la despiadada crueldad y desamparo que sufren los más débiles.

La dignidad de la ira la contemplamos en estas palabras de Steinbeck: 

«…y en los ojos de la gente se refleja el fracaso; y en los ojos de los hambrientos hay una ira creciente. En las almas de las personas las uvas de la ira se están llenando y se vuelven pesadas, cogiendo peso, listas para la vendimia».


El autor nos enseña en su novela el poder potencial del hombre común si el «Yo» se convierte en «Nosotros», y es ésta la mayor enseñanza de la obra, la que deberíamos asimilar y poner en práctica, pues sólo colectivamente podremos escapar a la presente realidad y luchar por su transformación.
En el principio de la novela, Tommy, el segundo hijo de la familia Joad, que ha pasado algunos años en prisión por haber matado en defensa propia a un hombre, regresa a casa, para encontrar su hogar vacío. 
Se dirige  entonces a la granja de su tío John, para encontrarlos ahí reunidos a todos. El tío, que vivía solo, ha recogido a su hermano, con toda su familia, formándose ahora una nueva unidad familiar, compuesta por 12 miembros, que se ven obligados a emigrar para intentar sobrevivir.


Todos están de acuerdo en que allí ya no pueden seguir y la familia Joad, despojada de sus tierras, emprende el viaje a California.
Aun encontrándose en libertad bajo palabra, Tommy les acompaña, a pesar del riesgo de que la policía le detenga y devuelva a la cárcel. Después de vender todas sus pertenencias, matan los animales, preparan su carne para llevársela, y cargan lo poco que les queda en el camión que compraron con sus ahorros. La familia no está dispuesta a separarse, en la confianza de la fortaleza que les da su unión.


California… el fértil, el próspero estado de California se convierte en su sueño, en la ilusión de encontrar nuevas tierras en las que asentarse.
A lo largo de la obra permanece inalterable el sentimiento del amor. La tierra se ha perdido; la familia, irá dividiéndose en función de los continuos avatares, pero a pesar de todos los sufrimientos, de todas las agresiones sufridas, el amor está siempre presente, haciéndose patente en la figura de la madre, una madre (Ma Joad) que lucha por mantener unida a su familia por la fe en un futuro mejor.

Conforme se multipliquen las adversidades, lejos de dividirse, la familia continúa unida, aunque sufriendo una transformación: El amor por la tierra y amor por la familia se va convirtiendo en un amor al prójimo que alcanza dimensiones universales. Es éste el gran mensaje de la novela: El valor de la SOLIDARIDAD. Y Steinbeck lo expresa claramente en esta frase: “Si tienes problemas o estás herido o necesitado... acude a la gente pobre. Son los únicos que te van a ayudar... los únicos».


A lo largo de la novela vemos la desgracia y degradación que se acumulan sobre la familia Joad, y la manera en que, sin embargo, su sentido de justicia, familia, y honor nunca desfallece. Porque el autor creía que mientras la gente mantuviera un sentido de injusticia, un sentido de cólera contra los que trataban de menoscabar su amor propio, nunca perdería su dignidad.
Tom Joad, que se ve obligado a matar a un policía en una lucha por la dignidad de los trabajadores, es el símbolo de todos los trabajadores pobres maltratados que se niegan a ser vencidos


La cólera y la ira de Tommy contra los que querían que se acobardara, son la cólera y la ira de Steinbeck, cólera e ira que se dirigen contra los opresores: los banqueros que robaban las granjas, los terratenientes de California que trataban a los trabajadores como alimañas, y la policía que se ponía de parte de los ricos y brutalizaba a los trabajadores, lo que podemos apreciar en este fragmento del diálogo entre Tommy y su madre: 


«–Ya lo sé, Madre. Lo estoy intentando. Pero esos ayudantes del sheriff... ¿Has visto uno alguna vez que no tuviera el culo gordo? Y menean el culo y muestran su revólver por ahí. Madre –dijo–, si ellos estuvieran trabajando con la ley, lo podríamos soportar. Pero no es eso. Su trabajo es minarnos la moral. Intentan que estemos encogidos, arrastrándonos como una perra apaleada. Tratan de destrozarnos. Por Dios, Madre, llega un momento en que lo único que uno puede hacer para conservar la dignidad es atizarle a un policía. Nos están comiendo la dignidad».
La despedida de Tom de su madre alcanza dimensiones épicas: «En donde haya una pelea para que los hambrientos puedan comer, allí estaré. Donde haya un policía pegándole a uno, allí estaré. Si Casy sabía, por qué no, pues estaré en los gritos de la gente enfurecida y estaré en la risa de los niños cuando están hambrientos y saben que la cena está preparada. Y cuando nuestra gente coma los productos que ha cultivado y viva en las casas que ha construido, allí estaré, ¿entiendes?».


Y es en la disertación de la madre, Ma Joad, al final de la obra, donde reside la enseñanza final, la lección de la esperanza, en este enaltecimiento de la gente del pueblo, de la gente común. A los censores de la versión cinematográfica de esta novela les facilitó enormemente la tarea la polisemia de la palabra “people”, cuyo significado puede adoptar diversas acepciones - personas, gente, pueblo, nación, habitantes, familia, amigos… - y en el doblaje se optó por la utilización del término menos ideologizado: “gente”,  (yo lo habría traducido por “pueblo”) todas las veces que aparece a lo largo del parlamento – más bien un manifiesto -  de esta madre del pueblo, como si acaso la sustitución de un término por otro pudiese, realmente, descarnar de ideología el discurso:  


«Nunca más voy a tener miedo. Pero lo tuve. Por un momento pareció como si nos hubieran derrotado. Derrotados por completo. Parecía como si no tuviéramos a nadie en todo el mundo, sólo enemigos. Como si nadie siguiera siendo amistoso. Me hizo sentir bastante mal, y también asustada, como si estuviéramos perdidos y a nadie le importara… Los ricos van y se mueren y sus hijos no sirven para nada y van desapareciendo. Sin embargo, Tom, nosotros seguimos surgiendo. No te inquietes, Tom. Llegan nuevos tiempos, distintos.–Tranquilo –dijo ella–. Debes tener paciencia. Mira, Tom... nosotros, nuestra gente, seguirá viviendo cuando estos otros hayan desaparecido. Escucha, Tom, nosotros somos el pueblo que vive. No nos pueden borrar del mapa. Nosotros somos el pueblo, nosotros seguimos adelante...».

John Steinbeck


En esta emotiva escena final, en este parlamento y en otras muchas cosas fui pensando el sábado mientras que, por las calles de Cartagena, transcurría la marcha silenciosa.
Nosotros seguimos surgiendo, nosotros somos el pueblo que vive. El pueblo, a pesar de todo, sigue adelante.






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