Mientras marchábamos el sábado, día 2 de marzo,
silenciosamente, por las calles de Cartagena, como homenaje a Guillermo Santos,
víctima de la crisis económica, parado, casado y padre de 3 hijos, refugiado en
casa de la abuela de su mujer, por haber sido desahuciado de su casa, y que a
los 45 años optó por el suicidio, incapaz de seguir luchando, comentábamos
entre los asistentes lo imposible que habría sido hace tan sólo treinta, o
veinte, o incluso diez años, imaginar que hoy nos hubiéramos podido encontrar
en la situación en que hoy nos encontramos…
en esta situación de retroceso en
el estado del bienestar, en esta situación de precariedad, de pérdida de las
libertades, en esta situación de antidemocracia creciente… y evoqué la primera vez que visioné “Las uvas de la ira”, el impacto que me
causó esta película, y la emoción contenida con que, años después, me entregué
a la lectura de la novela de John Steinbeck, del mismo título.
Esta obra de ficción, inspirada en la realidad histórica de la
crisis del 29, retoma hoy su actualidad, ante la realidad del momento que jamás
nos imagináramos que nos llegaría a tocar vivir en
pleno siglo XXI.
Las uvas de la ira es la
crónica de una familia depauperada en su viaje hacia una tierra de promisión,
buscando trabajo y mejores condiciones de vida. No se trata de una obra
moralizante, ni tampoco de propaganda, sino de un libro tremendamente realista
en que unos personajes llenos de profundidad y humanidad, ser muestran como auténticos
luchadores, que no dudan en denunciar los abusos del poder y la despiadada
crueldad y desamparo que sufren los más débiles.
La dignidad de la ira la contemplamos en estas
palabras de Steinbeck:
«…y en los ojos de la gente se refleja el fracaso; y en los ojos
de los hambrientos hay una ira creciente. En las almas de las personas las uvas
de la ira se están llenando y se vuelven pesadas, cogiendo peso, listas para la
vendimia».
El autor nos enseña en su novela el poder potencial del hombre
común si el «Yo» se convierte en
«Nosotros», y es ésta la mayor enseñanza de la obra, la que deberíamos
asimilar y poner en práctica, pues sólo colectivamente podremos escapar a la
presente realidad y luchar por su transformación.
En el principio de la novela, Tommy, el
segundo hijo de la familia Joad, que ha pasado algunos años en prisión por
haber matado en defensa propia a un hombre, regresa a casa, para encontrar su
hogar vacío.
Se dirige entonces a la
granja de su tío John, para encontrarlos ahí reunidos a todos. El tío, que
vivía solo, ha recogido a su hermano, con toda su familia, formándose ahora una
nueva unidad familiar, compuesta por 12 miembros, que se ven obligados a
emigrar para intentar sobrevivir.
Todos están de acuerdo en que allí ya no
pueden seguir y la familia Joad, despojada de sus tierras, emprende el viaje a
California.
Aun encontrándose en libertad bajo palabra,
Tommy les acompaña, a pesar del riesgo de que la policía le detenga y devuelva
a la cárcel. Después de vender todas sus pertenencias, matan los animales,
preparan su carne para llevársela, y cargan lo poco que les queda en el camión
que compraron con sus ahorros. La familia no está dispuesta a separarse, en la
confianza de la fortaleza que les da su unión.
California… el fértil, el próspero estado
de California se convierte en su sueño, en la ilusión de encontrar nuevas
tierras en las que asentarse.
A lo largo de la obra permanece inalterable el
sentimiento del amor. La tierra se ha perdido; la familia, irá dividiéndose en
función de los continuos avatares, pero a pesar de todos los sufrimientos, de
todas las agresiones sufridas, el amor está siempre presente, haciéndose
patente en la figura de la madre, una madre (Ma Joad) que lucha por mantener unida a su
familia por la fe en un futuro mejor.
Conforme se multipliquen las adversidades, lejos
de dividirse, la familia continúa unida, aunque sufriendo una transformación:
El amor por la tierra y amor por la familia se va convirtiendo en un amor al
prójimo que alcanza dimensiones universales. Es éste el gran mensaje de la
novela: El valor de la SOLIDARIDAD.
Y Steinbeck lo expresa claramente en esta frase: “Si tienes problemas o estás herido o
necesitado... acude a la gente pobre. Son los únicos que te van a ayudar... los
únicos».
A lo largo de la novela vemos la desgracia y degradación que se
acumulan sobre la familia Joad, y la manera en que, sin embargo, su sentido de
justicia, familia, y honor nunca desfallece. Porque el autor creía que mientras
la gente mantuviera un sentido de injusticia, un sentido de cólera contra los
que trataban de menoscabar su amor propio, nunca perdería su dignidad.
Tom Joad, que se ve obligado a matar a un policía en una lucha por
la dignidad de los trabajadores, es el símbolo de todos los trabajadores pobres
maltratados que se niegan a ser vencidos
La cólera y la ira de Tommy contra los que querían que se
acobardara, son la cólera y la ira de Steinbeck, cólera e ira que se dirigen
contra los opresores: los banqueros que robaban las granjas, los terratenientes
de California que trataban a los trabajadores como alimañas, y la policía que
se ponía de parte de los ricos y brutalizaba a los trabajadores, lo que podemos
apreciar en este fragmento del diálogo entre Tommy y su madre:
«–Ya
lo sé, Madre. Lo estoy intentando. Pero esos ayudantes del sheriff... ¿Has
visto uno alguna vez que no tuviera el culo gordo? Y menean el culo y muestran
su revólver por ahí. Madre –dijo–, si ellos estuvieran trabajando con la ley,
lo podríamos soportar. Pero no es eso. Su trabajo es minarnos la moral.
Intentan que estemos encogidos, arrastrándonos como una perra apaleada. Tratan
de destrozarnos. Por Dios, Madre, llega un momento en que lo único que uno
puede hacer para conservar la dignidad es atizarle a un policía. Nos están
comiendo la dignidad».
La despedida de Tom de su madre alcanza dimensiones épicas: «En
donde haya una pelea para que los hambrientos puedan comer, allí estaré. Donde
haya un policía pegándole a uno, allí estaré. Si Casy sabía, por qué no, pues
estaré en los gritos de la gente enfurecida y estaré en la risa de los niños
cuando están hambrientos y saben que la cena está preparada. Y cuando nuestra
gente coma los productos que ha cultivado y viva en las casas que ha
construido, allí estaré, ¿entiendes?».
Y es en la disertación de la madre, Ma Joad, al final de la obra,
donde reside la enseñanza final, la lección de la esperanza, en este
enaltecimiento de la gente del pueblo, de la gente común. A los censores de la
versión cinematográfica de esta novela les facilitó enormemente la tarea la
polisemia de la palabra “people”, cuyo significado puede adoptar diversas
acepciones - personas, gente, pueblo, nación, habitantes, familia, amigos… - y
en el doblaje se optó por la utilización del término menos ideologizado:
“gente”, (yo lo habría traducido por
“pueblo”) todas las veces que aparece a lo largo del parlamento – más bien un
manifiesto - de esta madre del pueblo,
como si acaso la sustitución de un término por otro pudiese, realmente,
descarnar de ideología el discurso:
«Nunca más voy a tener miedo. Pero lo tuve. Por un momento pareció
como si nos hubieran derrotado. Derrotados por completo. Parecía como si no
tuviéramos a nadie en todo el mundo, sólo enemigos. Como si nadie siguiera
siendo amistoso. Me hizo sentir bastante mal, y también asustada, como si
estuviéramos perdidos y a nadie le importara… Los ricos van y se mueren y sus
hijos no sirven para nada y van desapareciendo. Sin embargo, Tom, nosotros
seguimos surgiendo. No te inquietes, Tom. Llegan nuevos tiempos,
distintos.–Tranquilo –dijo ella–. Debes tener paciencia. Mira, Tom... nosotros,
nuestra gente, seguirá viviendo cuando estos otros hayan desaparecido. Escucha,
Tom, nosotros somos el pueblo que vive. No nos pueden borrar del mapa. Nosotros
somos el pueblo, nosotros seguimos adelante...».
John Steinbeck |
En esta emotiva escena final, en este parlamento y en otras muchas
cosas fui pensando el sábado mientras que, por las calles de Cartagena,
transcurría la marcha silenciosa.
Nosotros seguimos surgiendo, nosotros somos el pueblo que vive. El pueblo, a pesar de todo, sigue adelante.
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