Durante la preparación para el pasado 25 de noviembre de la concentración en repulsa de la Violencia contra la Mujer, las compañeras de la Plataforma 8 de marzo, de Cartagena, me pidieron que participase con la lectura de algún escrito, bien acerca del tribunal que no vio acoso sexual en el caso del jefe que daba palmadas en las nalgas y se rozaba contra dos empleadas, bien sobre Malala Yousafzai, la niña de 14 años herida por los talibanes por defender su derecho a estudiar.
Me decidí por este segundo tema, y a la luz del artículo de Rosa Montero, "Malala para siempre", aparecido en el Semanal del periódico "El País", en el que, tras el subtítulo destacado "Malala aspira al poder sanador y constructor del conocimiento y la palabra", establecía una correspondencia entre el caso de la real Malala y de la mítica Shahrazad, me animé a escribir estas líneas:
Hace años se publicó en Francia un libro titulado “Shahrazad no era marroquí”. Se hacía referencia en esta obra a la manera en que en
Marruecos se estrangulaba cualquier aspiración de una mujer de acceder al mundo
del conocimiento.
Malala, como Sherezade, también aspira al saber. Y a Malala,
como a la mayoría de mujeres de su entorno, se le niega el acceso a la cultura.
Malala es una niña de tan sólo trece años, que ya sabe del
sufrimiento mucho más, muchísimo más de lo que saben santísimas mujeres adultas
del mundo occidental.
Porque los talibanes, que no pueden soportar el coraje de
esta niña-mujer que reclama con energía su derecho y el de otras niñas a entrar
en el mundo de la cultura, su derecho y el de otras niñas a atrapar el
conocimiento, su derecho y el de otras niñas a asistir a la escuela, la
intentaron asesinar metiéndole una bala en la cabeza.
A Malala tienen que reconstruirle el cráneo y la mandíbula,
y quizás le queden secuelas por esa bala que le entró por encima del ojo, le
atravesó el maxilar y acabó en su hombro.
Malala necesitará tratamiento para intentar paliar el daño
psíquico que le ha producido el odio de estos hombres que tienen miedo a las
mujeres.
Porque el machista es un hombre con miedo: miedo a las
mujeres que saben, miedo a las mujeres que luchan, miedo a las mujeres que
aman, miedo a las mujeres que comparten, miedo a las mujeres que ejercen su
libertad, miedo a cualquier mujer, porque sospechan que ellas valen más que
ellos, y esa envidia que sienten ante el poder femenino no la pueden sofocar
más que con el uso de la violencia. De una violencia que les lleva a
encerrarlas en sus casas, o a esconder sus rostros, o a golpearlas, o a
violarlas, o a insultarlas, o a
impedirles que puedan aprender… porque una mujer ignorante les parece que es
menos mujer, y si es menos mujer, supondrá – piensan ellos - una menor amenaza para la hegemonía
masculina.
Por eso hay que impedir que las niñas vayan a la escuela. Y
si una niña es lo suficientemente mujer como para ejercer manifestarse reclamando,
reivindicando su derecho y el de las demás niñas, de las demás mujeres, a
estudiar, hay que acabar con ella, hay que suprimirla, hay que borrarla del
mapa.
Por eso, Malala, te han disparado, por eso, Malala, han
intentado asesinarte, porque una mujer que sabe es peligrosa, porque una mujer
que exige sus derechos pone en peligro de extinción el régimen patriarcal, y
ellos tienen miedo, miedo de que se demuestre lo poco que son.
FOTOS DE LA ACTIVIDAD
DEL DÍA 25 DE NOVIEMBRE
EN LA PLAZA DEL ICUE:
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