Con la emisión del
programa de La Sexta, Equipo de Investigación, titulado “El milagro de la
homeopatía” vuelve la polémica.
A quienes defienden
que sus éxitos se deben al efecto placebo, les preguntaría por qué hace efecto
en los bebés, o por qué, como estoy viendo ahora mismo en pantalla, lo hace en
animales.
Escribo sobre este
tema mientras contemplo el programa en directo, y no he podido resistir la
tentación de exponer algo sobre este remedio que hemos venido utilizando en mi
familia desde mucho antes de que yo naciera, en una época en que no se podía
acusar a los homeópatas de hacerse ricos a costa de la ingenuidad de los
pacientes, en que era muy poco conocida la terapia homeopática por la mayoría
de la población.
El primer homeópata de
mi familia, mi bisabuelo Antonio Martínez Torres, no se hizo rico dedicándose a
esta ciencia, pero sanó a muchísima gente, como también lo hicieron mi abuelo y
su hermano, mi padre y su primo, que se dedicaron a la práctica de la
Homeopatía como su abuelo Antonio lo había hecho: sin buscar el
enriquecimiento.
De mi padre aprendí
los fundamentos de la homeopatía, y defiendo su utilización por haber
comprobado su eficacia.
Hahneman dio a la publicidad
su ciencia de curar al final del siglo XIX, y desde entonces le han sido
puestos innumerables obstáculos por parte del mundo médico.
Samuel Hahnemann (1755
– 1843) trabajaba como médico privado
del gobernador de Transilvania antes de cumplir los 25 años, aunque antes de
ello había sido químico y trabajó como aprendiz de su suegro, que era
farmacéutico.
Los diez primeros años
tras terminar sus estudios de medicina supusieron para Hahnemann un cúmulo de
sinsabores. El estado de la medicina en aquella época era caótico: teorías
curativas basadas en observaciones aisladas y abundancia de contradicciones y
supersticiones eran la base del ejercicio de la medicina. Hahnemann abandonó el
ejercicio de su profesión porque decía no querer convertirse en un asesino de
sus hermanos.
Se dedicó entonces a
la traducción de obras inglesas, francesas e italianas, y así descubrió, hacia
1790, los efectos de la quina, el arsénico y el mercurio en el cuerpo sano. Al
ingerirlos se producían efectos de intoxicación similares a los de la
enfermedad que debían combatir, y durante seis años estuvo experimentando con
ellos, antes de dar a conocer el descubrimiento a sus colegas.
Estudiaba en sí mismo
las substancias para experimentar su
acción sobre el organismo sano y coleccionó pruebas que acreditaban la
exactitud de su doctrina. Trató enfermos con medicinas que producían en los
sanos los síntomas de la enfermedad para la que estaban indicadas, consiguiendo
resultados espectaculares.
Las observaciones que
hizo sobre la acción análoga de los medicamentos las resumió en el lema
“Similia similibus curantor” o “Lo semejante se cura con lo semejante”, lo que
quiere decir que la curación de las enfermedades se efectúa mediante medicamentos que en los individuos
sanos producen fenómenos semejantes a los síntomas de la enfermedad que se
pretende curar.
¿Cómo llegó Hahnemann
al descubrimiento de la Ley de la Analogía?
En el 1790 estaba
imbuido en la traducción de la obra “Teoría de los medicamentos”, de Cullens,
en la cual las explicaciones sobre la acción de la corteza de quina contra las
fiebres intermitentes le parecieron en alto grado discutibles, por lo que tomó
una gran dosis de ese remedio, y con gran asombro se vio afectado por los
síntomas de esas fiebres, lo que supuso el primer paso para el descubrimiento
de la Ley de Analogía, el primero de los tres pilares en los que se apoya la
ciencia homeopática, que son<:
I Ley de los
semejantes
II Experimentación
pura
III Dosis
infinitesimales
LEY DE LOS SEMEJANTES:
Todas las sustancias introducidas directa o indirectamente en la sangre entran
en contacto con las diferentes partes del cuerpo, pero todas las partes no son
influidas de igual modo; no todas las células, tejidos y órganos responden
igualmente al estímulo del cuerpo extraño, sino sólo las que tienen una cierta
afinidad fisiológica con dicho cuerpo, independientemente de la vía o el medio
por el que llega al interior del organismo (vía digestiva, fricciones sobre la
piel, inyecciones subcutáneas…). Su acción se llevará a cbo siguiendo siempre
leyes determinadas.
Resulta, pues, que
cada sustancia medicamentosa tomada en estado normal y a grandes dosis, tiene
la propiedad de alterar el equilibrio fisiológico y producir ciertos trastornos
de la salud. A esto se le llama el radio de acción patogénica de un
medicamento.
Después de muchos años
de estudio e investigación de los medicamentos en sanos y enfermos y tras
muchos años de observaciones y experiencias en numerosos pacientes, Hahneman
obtuvo la prueba irrefutable de que en todas las sustancias medicamentosas
productoras de enfermedades reside l semejantes a los que ellas producen en el
organismo sano la facultad de curar los fenómenos patológicos.
EXPERIMENTACIÓN PURA:
Si se quiere recetar un medicamento según la Ley de la Analogía, deben
conocerse primero sus efectos sobre el organismo sano. De algunos pocos
medicamentos usados en tiempos de Hahnemann, como el mercurio, opio o arsénico,
se conocían por la toxicología, pero las mezclas medicamentosas más utilizadas
estaban ordenadas a capricho y sin plan alguno, por lo que si Hahnemann quería
seguir su descubierta ley de la analogía, no tenía más remedio que ir probando
cada sustancia en su propio cuerpo. Una investigación tan ardua habría
desanimado a cualquier investigador, pero Hahneman se entregó a la tarea con
tal interés, que en un período de 15 años llegó a conocer las propiedades de 27
sustancias que había experimentado en sí mismo y en los suyos. Dedicó una gran
parte de su vida a la comprobación de agentes curativos, legando así a la
posteridad más de cien medicamentos,
científicamente experimentados, que comprobó en sí mismo y en sus discípulos.
Posteriormente, sus
discípulos han realizado comprobaciones que no han hecho más que confirmar la
exactitud de su doctrina. Las sustancias han sido comprobadas en personas
sanas, en dosis, unas veces muy pequeñas, otras en dosis mayores, participando
en cada experimentación muchas personas de diferente sexo, edad, temperamento,
condiciones de vida, etc.… utilizando siempre personas sanas que ignoraban el
medicamento que tomaban y la duración de
la prueba.
DOSIS INFINITESIMALES:
El punto más atacado por los opositores a ka Homeopatía es la dosificación. La
burla a la doctrina de Hahnemann se basa en la pequeñez de sus dosis, sin
comprender que con ello se convierten en víctimas de una falsa apreciación,
pues la base de la Homeopatía no es, de modo determinante, la cuestión de las
dosis, sino la Ley de Analogía y la Experimentación pura, o sea, el estudio de
los medicamentos en el cuerpo sano. Muchos años después del descubrimiento de
la Ley de Analogía, Hahnemann recetaba los medicamentos en grandes dosis, y la
Homeopatía ya había confirmado la realidad mucho antes de que se hablase de las
“dosis homeopáticas”.
A Hahnemanmn no podía
pasarle inadvertido que los tejidos y órganos enfermos son más sensibles a los
estímulos medicamentosos que los sanos,
y que las dosis elevadas producían una reacción que molestaba al
enfermo. Las distintas observaciones le indujeron a ir reduciendo las dosis, y
posteriormente comenzó a diluirlas, cada vez más, buscando con ello que llenaran
su objeto sin producir los síntomas desagradables de la comprobación,
observando que en estado diluído actuaban con mayor poder curativo que en
estado bruto. Este hecho resultaba en aquella época algo tan extraño, que se
catalogó de locura la doctrina de Hahnemann. Hoy no podemos negar la realidad
de este hecho, pues multitud de observaciones científicas lo han demostrado de
manera irrefutable
La Homeopatía, a pesar
de tantísimos detractores, se ha venido implantando con cada vez mayor
aceptación por un motivo incontestable: la constatación de los resultados, y si
existe tan gran oposición a ella por parte de los grandes laboratorios
farmacéuticos y por muchos médicos influidos por ellos, que no se han
documentado sobre este tema antes de atreverse a emitir un juicio negativo,,
podemos explicarlo recurriendo a una expresión castiza: “Ladran, luego
cabalgamos”
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