sábado, 28 de julio de 2018



El 25 de julio celebra la iglesia católica la festividad de Santiago el Mayor, a quien dice oficialmente que pertenecen los restos enterrados en la catedral del mismo nombre.
No obstante, diversos eruditos, entre quienes se encuentran algunos de la talla de Unamuno o de Sánchez Albornoz, defienden que el cuerpo pertenece a Prisciliano, obispo de la época de la dominación romana, que nació en Iria Flavia alrededor del año 350, en una familia acomodada de la zona.

Marchó a la actual Burdeos para formarse con el retórico Delphidius. Alrededor del año 380, Prisciliano regresa a Iria Flavia. Convertido en asceta pone en práctica las enseñanzas recibidas, lleva una vida retirada, contemplativa, de ayuno y oración. En Gallaecia -actual Galicia- crece su fama de místico y sus enseñanzas le hacen ganar muchos adeptos, siendo nombrado obispo de Ávila. Prisciliano predica acerca de la conducta de los hombres de su época, pone en duda el comportamiento de los obispos de su tiempo, critica el modo de vida alejado de la religión y las faltas a los pecados capitales.
Sus enseñanzas tuvieron mucho éxito, sobre todo, entre las mujeres, porque contemplaba la igualdad de los sexos.
Rechazaba la unión de la iglesia con el estado, la corrupción y el enriquecimiento de las jerarquía eclesiásticas.
Prisciliano fundó una escuela ascética, rigorista, de talante libertario, precursora del movimiento monacal, y opuesta a la creciente opulencia de la jerarquía eclesiástica imperante en el siglo IV. Los aspectos más polémicos, en cuestiones formales, son el nombramiento de «maestros» o «doctores» a laicos, la presencia de mujeres en las reuniones de lectura y su marcado carácter ascético.
Intentó la reforma del clero a través del celibato y la pobreza voluntaria, y posteriormente amplió la reforma a todos los fieles. Abogó por la interpretación directa de los textos evangélicos, planteando el principio del libre examen. Exigió que la Iglesia volviera a unirse a los pobres. Enfatizó el estudio de los símbolos y la superación del literalismo en la interpretación de la Biblia.
Las clases populares fueron las que, en principio, abrazaron las enseñanzas de Prisciliano, aunque más adelante se extendieron a todos los estratos sociales, incluyendo muchas familias influyentes; no olvidemos que él mismo no era de origen humilde, sino perteneciente a una familia del entorno senatorial.

Hubo un gran enfrentamiento y un cruce de acusaciones entre priscilianistas y ortodoxos.
Los obispos Hydacio, Higinio e Ithacio se dirigen a Prisciliano con algunas calumnias y tratan de desprestigiarlo achacán­dole el ejercicio de determinadas prácticas paganas.
 Finalmente, una carta enviada por Hidacio a Ambrosio, obispo de Mediolanum (Milán), donde se encontraba instalada la corte imperial, convenció a éste para obtener un rescripto del emperador Graciano excomulgando y desterrando de sus sedes a Prisciliano y sus seguidores.
Cuando, acompañado de sus discípulos, acudió al concilio de Burdeos, en el año 385, fue condenado el priscilianismo y se llegó hasta el extremo que una multitud fanática lapidó a una de sus discípulas. Prisciliano, entonces, se dirigió a Tréveris, Alemania, a pedir audiencia al emperador. Allí cayó en una trampa, siendo encarcelado.
En un extraño juicio fue condenado, tras confesar prácticas heréticas al ser sometido a torturas.  Fue ejecutado, por decapitación, junto con sus seguidores, los primeros herejes juzgados por un tribunal civil a instancias de algunos obispos católicos.
 La mayoría de los obispos católicos de Occidente con Martín de Tours a la cabeza, acompañado por Juan Crisóstomo, protestaron contra tal decisión,y hasta el papa Siricio criticó duramente el proceso ¿Quién no iba a escandalizarse de que fuera ajusticiado un hombre tan piadoso, sólo entregado al culto de Dios? Sólo se explica este caso, primero en la historia del cristianismo en que se lleva a cabo semejante unión entre el brazo secular y el eclesiástico por el afán del emperador en obtener beneficios al tender la mano a la jerarquía católica. La iglesia oficial condenó el priscilianismo, temerosa del movimiento popular que sentía se le estaba oponiendo y se había extendido por las provincias hispanas y buena parte de las Gallias, y el ajusticiamiento de los obispos priscilianistas redundó en la requisa de los bienes de sus diócesis.
Tenemos aquí un precedente de lo que después fue la Inquisición. Nunca antes se habían dictado sentencias de muerte por motivos religiosos.

Después de la ejecución, tanto el cuerpo de Prisciliano como los de sus discípulos fueron trasladados por mar por sus seguidores y enterrados en Hispania de forma clandestina.

Pero no pensemos que ahí acabó la influencia de su doctrina. Después de su muerte, las enseñanzas predicadas por Prisciliano arraigaron y continuaron vigentes durante dos siglos más. El entorno de Iria Flavia (actual Padrón) donde se suponía que permanecían enterrados los restos del obispo, se convirtieron en lugar de peregrinación y se continuó practicando el culto priscilianista a escondidas.
A Prisciliano se le continuó rindiendo culto en Gallaecia , donde su éxito estuvo ligado a la llegada de los suevos, que vieron en la herejía priscilianista una manera de diferenciación con el resto de la península y de identificación del pueblo, y se siguió practicando hasta los concilios de Braga  de los años 561 y 572.
 La influencia de la doctrina del obispo hereje en Galicia es incuestionable. Existe una estrecha relación entre Prisciliano y el pueblo gallego; y la tendencia hacia ciertas creencias paganas (fantasmas, ánimas del Purgatorio, agüeros y brujerías) se atribuyen a la influencia del priscilianismo.
El caso es que Prisciliano fue un personaje controvertido y misterioso que reivindicó las bases del cristianismo primitivo, mezclando la religión cristiana con creencias judaicas y orientales, enfrentándose a la iglesia oficial y proclamando un evangelismo ascético de carácter liberal con participación igualitaria de las mujeres, que condenaba la esclavitud, exigía que la iglesia volviera a unirse a los pobres y planteaba el principio del libre examen.
El éxito de tales doctrinas, que se extendieron incluso a la Lusitania y la Gallia, no podía ser admitido por las jerarquías eclesiásticas ni por el imperio. Por eso había que borrar los rastros de la herejía.

En el año 813 un ermitaño de rito bretón llamado Pelagio comunica a Teodomiro, obispo de Iria Flavia, que en el bosque de su diócesis llamado Libredón se ven unas luces extrañas. El obispo referirá después al rey Alfonso II el Casto que buscando el origen de las luces halló un sepulcro, que no duda en atribuir inmediatamente al apóstol Santiago, sin más motivo que su creencia. El reconocer ese cuerpo decapitado como perteneciente al apóstol constituyó una acertada estrategia para erradicar el culto secreto que aún, en pleno siglo IX, continuaba; se sospechaba que que se trataba del cuerpo de Prisciliano, por el lugar en que se halló... pero resultaba más conveniente atribuirlo a Santiago.  La noticia se hace oficial con el papa León III.

En el año 1900 el hagiógrafo Louis Duchesne publica en la revista de Toulouse Annales du Midí un artículo bajo el título « Saint Jacques en Galice» en el que sugiere que el que realmente está enterrado en Compostela es Prisciliano, basándose en el viaje que sus discípulos hicieron con sus restos.
Coexisten las tradiciones por las que se adjudica el origen de los restos de Compostela, bien a Santiago, bien a Prisciliano.

La polémica todavía continúa, y sería fácil de zanjar. Con la prueba del Carbono 14 radiactivo se podría comprobar si los restos de la catedral pertenecen a un hombre del siglo I o del siglo IV, pero nunca se ha hecho; no han querido realizar esa prueba, que dejaría claro a quién pertenecen, sin lugar a dudas.

viernes, 19 de agosto de 2016

DE BLASCO Y LA ALBUFERA AL MAR MENOR NUESTRO DE CADA DÍA


Me estoy planteando aplazar la lectura de los últimos libros de la lista que me programé para este verano y dedicar los días restantes de la temporada a releer a Blasco Ibáñez. Al fin y al cabo, un clásico siempre es un clásico, y de su lectura se puede, cada vez, disfrutar con nuevos descubrimientos,  apreciar nuevos matices, extraer nuevas enseñanzas…
¿Por qué Blasco esta vez? Porque esta mañana, a propósito de los múltiples artículos acerca de la problemática del Mar Menor, evoqué al Tío Paloma jurando en arameo por la desecación que de la Albufera llevaban a cabo los agricultores.
-   ¡Nos están quitando la Albufera! – exclamaba indignado el viejo pescador por esa tarea de destrucción a que muchos valencianos – entre ellos su hijo – se entregaban, buscando en la conversión de pescadores a cultivadores de arroz la posibilidad de una vida menos difícil de aquélla que estaban llevando.

Y casi siempre, al leer Cañas y barro, se pasa de puntillas por la descripción del enfrentamiento entre conservacionistas y no conservacionistas, lucha en la que se veían implicadas, como queda bien patente en el texto, distintas facciones dentro de una misma familia. Se pasa de puntillas por ello para centrarnos en la historia de un adulterio, como si ésa, y no otra, fuera la temática principal de la obra, del mismo modo en que en La barraca sólo se quiere ver el sufrimiento de la familia de Batiste ante el acoso a que es sometida por los demás aldeanos, olvidando que la barraca de Barrer era un símbolo en la huerta, una muestra de solidaridad hacia ese paisano que, harto de la explotación a que es sometido, se ve obligado a convertirse en un homicida; la barraca sin ocupar y su huerta sin cultivar constituían una represalia contra los herederos del tirano.

La versión edulcorada que de ambas novelas llevó a cabo Televisión Española es comparable a la que las películas de la época dorada de Hollywood hicieron de algunas otras de sus obras.
Y del mismo modo hacemos, inconscientemente con la lectura de Flor de Mayo, Arroz y Tartana o Mare Nostrum (que de la versión cinematográfica española de ésta, mejor no hablemos), quedándonos muchas veces en la superficie, sin llegar a calar en el contenido social, en la exposición de contradicciones, en la crítica feroz que resulta inherente a cualquier obra de Vicente Blasco Ibáñez, del que, si la lectura de sus obras tantas veces ha sido censurada, se habrá debido a algún motivo, no lo ha sido gratuitamente.
Pues esta mañana, leyendo algunos comunicados y visionando algún que otro vídeo a propósito del Mar Menor, me sentí trasladada a finales del XIX y principios del siglo XX, imaginando la angustia de los pescadores de la Albufera al contemplar impotentes la desaparición de su medio de subsistencia ante la invasión de sus terrenos de pesca por el crecimiento de los campos de arroz y figurándome las posturas agresivas, los enfrentamientos entre miembros de una misma comunidad por ese tema.

No voy a entrar en el análisis político de la situación del  Mar Menor en la actualidad, que para ello doctores tiene la iglesia (o politólogos el país, que lo mismo da) pero de lo que sí estoy segura es de que la situación no se va a solucionar sólo poniéndonos a orar y pidiendo “sálvanos hoy nuestro Mar Menor de cada día”, sino que alguien tendrá que agarrar al toro por los cuernos de una puñetera vez.

domingo, 31 de enero de 2016

LAS COSAS DEL PAPA FRANCISCO


La que está montando el Papa Francisco con el tema de la simonía… Y eso que, a la mayoría de los/las católicos/as no les suena, ni por asomo, el significado de la palabrita.
Si que pienso que, en su día, tuvo que tener cierta importancia, al menos, para una parte de la jerarquía, pues si no, ¿a qué se debe que se tratara, sucesivamente, en el primer Concilio de Letrán (1123 – 1124), el segundo (1139),  el tercero (1179) y el cuarto (1215)?
La simonía es un pecado por el que se pretende comprar o vender lo espiritual (cargos eclesiásticos, sacramentos, reliquias, promesas de oración, la gracia, la excomunión…) a cambio de lo material.
Se menciona por primera vez la simonía en los Hechos de los Apóstoles, cuando Simón el Mago le quiso comprar a Simón Pedro su poder para hacer milagros.

¿Qué le respondió el apóstol?: “¡Que tu dinero desaparezca contigo, dado que has creído que el don de Dios se adquiere a precio de oro!”. Y es que el evangelio de Mateo lo dejaba bien claro: “Vosotros habéis recibido gratuitamente, dad también gratuitamente”.

Quienes ya tenemos una cierta edad, recordamos lo que en nuestros años de escuela aprendimos en el catecismo, donde se dejaba bien claro que era un gran pecado eso de pagar por los sacramentos. Por eso nos costaba tanto comprender que en las parroquias se cobrara por las bodas, bautizos y funerales, y no sólo eso, sino que según la categoría del templo se cobrara una tarifa u otra.
Y no digamos nada de la categoría de quienes recibieran los sacramentos, que mi abuela nos hablaba cuando éramos criaturas  sobre algo que sucedió en su boda; la discusión entre el cura y el padrino porque el primero le dijo al segundo  que tenía que pagar una cantidad mayor a la estipulada porque los invitados utilizaron para llegar a la iglesia, ni más ni menos que, ¡doce galeras! Y una boda con doce galeras era una boda de lujo, por lo que tenían que pagar más.


El caso es que la reforma protestante, entre otras cuestiones, criticaba la práctica de la iglesia católica de cobrar por las indulgencias, que hubo ocho concilios de carácter regional en que se plantearon las reformas necesarias para acabar con estos abusos, que el Papa Nicolás II (1058 – 1061) prohibió a los clérigos que aceptaran la entrega de una iglesia por parte de un laico y que la reforma gregoriana de Gregorio VII (1072 – 1085) también prohibió la obtención de cargos eclesiásticos a cambio de dinero.
Y a pesar de esto, las prácticas han continuado hasta nuestros días, se paga por las misas de funeral o por las bodas, se otorgan beneficios fiscales sobre las propiedades eclesiásticas en no sé qué país de cuyo nombre no puedo acordarme, quizás el mismo que durante tanto tiempo tuvo el privilegio de proponer a Roma los nombramientos de los obispos, y no sé cuántas otras cosas más…

Y ahora al Papa Francisco, mira por dónde, se le ocurre revolucionar a su rebaño manifestando su rechazo al cobro que en algunas iglesias se lleva a cabo por celebrar los bautizos, confirmaciones, primeras comuniones y matrimonios y afirma que la salvación no se puede pagar con dinero, que no tiene precio, que los sacramentos no pueden tener un costo y que por parte de los sacerdotes no debe existir ambición económica.
Y no acaba ahí la cosa, sino que pide a los feligreses que, sil legan a ver una lista de precios en sus iglesias, tengan el valor de informar a los sacerdotes que eso de cobrar es un pecado, porque para los cristianos, sin tarifa ninguna por ello, las puertas de la iglesia siempre tienen que estar abiertas.
Hay que ver las maneras que apunta este nuevo papa, que compara el cobrar por los sacramentos con el pasaje evangélico de la expulsión de los mercaderes del templo. No, este papa no convence a mucha gente, a mucha gente que opina que, si el papa quiere condenarse, que se condene, pero que a ella no le va a arrastrar en su caída.
Veremos cómo continúa la cosa, que a mí me da, no sé por qué, que como se siga empeñando en ventilar los pasillos de la institución y proceder a su limpieza, más de un obispo y más de un cardenal se le van a enfermar.  


sábado, 1 de agosto de 2015

VILLAR PALASÍ Y LA LEY GENERAL DE EDUCACIÓN


En el capítulo 8 de esta serie, cité, como ejemplo de la importancia que el franquismo diera a la educación, el sueldo de un maestro/a, que en 1960 era un tercio del que se cobrara tres décadas antes.
Un indicativo más entre tantos que manifestaban nuestras diferencias con los países europeos, en los que la importancia del maestro/a quedaba patente en sus remuneraciones y en el prestigio social de que gozaba.

Y la poca importancia dada a la educación en nuestro país, aún hoy en día, se observa al comparar en los presupuestos generales del estado el porcentaje que destinamos a la educación, con el que destinan nuestros vecinos más cercanos.
Con la llegada del siglo XX, la escolarización de la totalidad de jóvenes de ambos sexos se convierte en objetivo prioritario de los pueblos civilizados, y en aquéllos en los que a finales del siglo XIX se alcanza la universalización de la enseñanza primaria, se generaliza, además, durante el siglo XX, el acceso a la etapa secundaria, que pasa así a considerarse como parte integrante de la educación básica, considerándose, en la segunda mitad del siglo XX, que la educación es un derecho propio de todos los ciudadanos y ciudadanas, y a finales de la centuria, una vez reconocido ese derecho, se plantea un nuevo desafío a la sociedad: tratar de conseguir que esa educación, que ya se ha generalizado, se pueda ofrecer en condiciones de alta calidad a toda la ciudadanía, sin distinciones.
En España, sin embargo, fue tardía la generalización de la educación básica, y al contrario que en Francia, donde al mismo tiempo de aprobarse la enseñanza  básica obligatoria, se aprobaron los presupuestos para la construcción de nuevos centros educativos, en nuestro país se decreta la obligatoriedad de la enseñanza primaria, sin prevenir los medios para ello. La ley de 1964 extiende la obligatoriedad escolar desde los seis hasta los catorce años, pero hubo que esperar hasta mediados de la década de los ochenta para que la normativa se hiciera realidad.
José Luis Villar Palasí

La modernización de la Educación llegó bajo el título de unas siglas, LGE, de la mano del ministro José Luis Villar Palasí, marcando un año, 1970, como el punto de partida del cambio educativo.
El “plan nuevo” como se le llamaba popularmente, contó con mayor número de detractores que de seguidores, y marcó un antes y un después en la historia de la educación española, y si bien es cierto que el nuevo sistema educativo tenía como fin la revitalización del aparato ideológico del estado, adaptándolo a las nuevas exigencias del sistema capitalista, hay que reconocer que supuso una modernización del sistema, y que la nueva normativa, en su momento, proveyó a quienes abogaban por una educación diferente la necesaria coartada para la puesta en marcha de nuevas metodologías y un marco legal al que poder ceñirse los diferentes movimientos de renovación pedagógica que a partir de la década de los sesenta habían comenzado a renacer.

José Luis Villar Palasí, perteneciente al sector demócrata-cristiano del régimen, fue nombrado por Franco Ministro de Educación y Ciencia en 1968, en sustitución de Lora Tamayo, cuyo mandato estuvo constantemente marcado por los enfrentamientos con los estudiantes universitarios.
El Ministerio de la época de Villar Palasí se caracterizó por la elaboración de la LEY GENERAL DE EDUCACIÓN Y FINANCIACIÓN DE LA REFORMA EDUCATIVA, necesaria, según él, para “evitar los múltiples defectos en la enseñanza española” y se inició con la creación, en 1969, de un libro blanco, donde se analizaba el sistema educativo y los recursos de que se disponía.

La LGE, cuyo eje fue la EGB, fue un factor de modernización del sistema educativo y un punto de inflexión entre el franquismo y la democracia.
Con esta ley se daba gratuidad a la escuela primaria y fue un primer paso para la secularización. Mostraba una ambición pedagógica: nuevas metodologías, nuevas materias, mayor calidad... Y destaca el intento por dotar de igualdad de oportunidades a los futuros estudiantes. Por desgracia muchos de estos avances no se aplicaron hasta después del 1978.

Sus principales medidas fueron:
1.    Educación gratuita y obligatoria desde los 6 a los 14 años (E.G.B.). Intentaba romper con la restricción de la enseñanza secundaria.
2.    Un nuevo bachillerato con materias mixtas (letras y ciencias) (B.U.P)
3.    Una nueva Formación Profesional (F.P.)
4.    La creación de la Universidad Nacional de Educación a Distancia.
5.    La consideración del proceso educativo desde la educación permanente.
Esta ley suponía la reforma de TODO EL SISTEMA EDUCATIVO, desde la educación preescolar a la universitaria, adaptándolo a las necesidades de escolarización. Como viene siendo habitual en nuestro país, la ley no estuvo dotada de los recursos económicos necesarios
Ministerio de Educación y Ciencia

Además, los sectores más inmovilistas del franquismo no quisieron comprender la intención de adaptar, por medio de la modernización de la educación, la hegemonía ideológica a los nuevos tiempos del sistema oligárquico-financiero; por el contrario, el nuevo sistema les pareció innecesario, atrevido y peligroso.
Por todas estas causas, la Ley General de Educación se promulgó con múltiples recortes y añadidos de tendencia dogmática, por lo que pronto hubo que empezar a parchear con disposiciones aclaratorias su contenido.
Pues bien, aun así, supuso una auténtica revolución en la enseñanza. Y desde antes, incluso, de ser promulgada: la publicación del Libro Blanco de la Educación, en febrero de 1969 supuso la ruptura de los modelos de trabajo clásicos, pues por primera vez en treinta años, el gobierno se enfrentaba a su propio pasado, con una crítica a la estructura educativa existente, base para la búsqueda de soluciones adecuadas a los problemas.
Quienes nos encontrábamos cursando los estudios de Magisterio por aquel entonces, y tuvimos que leernos el llamado Libro Blanco, no acertábamos a concluir que nos encontrábamos en los umbrales de un cambio tan importante. Fue después, en el momento de poner en práctica las cuestiones concretas en que cristalizaba el proyecto, cuando comenzamos a sentirnos como parte importante de ese proceso revolucionario que la LGE supuso para los españolitos y españolitas de a pie.
Difícil de asimilar esto para aquella gente que había sido educada en la enseñanza memorística y represiva, con total ausencia de creatividad, personas en que no se había fomentado el pensamiento crítico, sino ahogado desde antes de que en ellas surgiera, y que contemplaban, atónitas, que sus hijos e hijas eran educadas de una manera tan diferente a aquélla en la que ellas lo habían sido. Nada, no entendían absolutamente nada, y como tan frecuente es en el pueblo español, que denosta cuanto se siente incapaz de comprender, así hizo con el llamado “plan nuevo”, y quienes no tenían ni idea de lo que era la educación se erigieron en eruditos en la materia, criticando algo sobre lo que no tenían conocimiento, asegurando que era innecesario el cambio, y que cómo el gobierno adoptaba un plan que ya hacía dos años que en Francia se había retirado. 

 En el plan de 1970 se destacaba la existencia, en la base del sistema, de la grave discriminación que suponía la existencia de dos niveles distintos de educación primaria, dividiéndose la población escolar entre quienes abandonaban la primaria a los diez años e ingresaban en la enseñanza media, y el resto (alumnado de “cultura general”), que la prolongaba hasta los catorce. Se consideraba un paso muy brusco para la madurez del niño o niña acceder con la temprana edad de diez años al Bachillerato Elemental, y se criticaba la temprana separación entre bachillerato de Ciencias y de Letras. En cuanto a la Formación Profesional denunciaba que los planes de estudio no se sincronizaban con el bachillerato ni conectaban con otros niveles educativos ¿Y qué decir de las enseñanzas universitarias? El Libro Blanco ponía de relieve, no sólo la imposibilidad de reingreso en la Universidad desde el mundo laboral, sino la total desvinculación de los estudios universitarios con las enseñanzas de los niveles educativos anteriores, la inoperancia de una universidad en que no se investigaba, y las dificultades para llegar a ella a los hijos e hijas de las clases trabajadoras.

Si todo esto se exponía en la primera parte del Libro Blanco, la segunda parte del documento iba destinada a sentar los principios en que se inspiraba la reforma pretendida, pero este aspecto será mejor tratarlo en un capítulo posterior.

sábado, 16 de mayo de 2015

POR QUÉ APOYO A EQUO

Y tú… ¿por qué narices apoyas a Equo?


Quizás la respuesta a esta pregunta no se encuentre entre la cadena de acontecimientos de los últimos meses.
Quisiera retroceder un par de años, porque fue en mayo de 2013 cuando acudí al salón de actos de la UNED con motivo de la presentación de este partido en Cartagena, no atraída por la presencia del antiguo representante de Green Peace, López de Uralde, pues siempre he sido bastante reacia a los protagonismos individuales, sino por mi asidua tendencia hacia las organizaciones de signo verde, que en alguna ocasión había manifestado con mi voto en los comicios europeos (otra de mis tendencias es la de pronunciarme por el voto de principios, y no recuerdo más que una ocasión en que me haya manifestado a través del conocido como voto útil).

Pues bien, en aquella ocasión, en que el nuevo partido expuso su modelo abierto y participativo, permanecí atenta a las manifestaciones en que no se habló sólo, como era de esperar, acerca de la defensa de la sostenibilidad, sino que se extendieron las intervenciones a la temática de la justicia social y la equidad, así como la defensa de los derechos humanos.
El concepto de democracia participativa que se expuso no me era ajeno, habiendo sido, como soy, militante de STERM-Intersindical desde la fundación de este sindicato, paradigma para mí de organización de funcionamiento asambleario, donde las haya, y las propuestas de este partido, con sólo dos años de historia, para la regeneración política y medioambiental, su compromiso con la regeneración democrática y las relaciones entre ciudadanos/as y estado, me convencieron de que había motivos para apostar por esta joven organización.
Y es que lo fundamental en un partido político es su ideología, y Equo se presenta como un partido claramente alineado en la izquierda, que se define como republicano federal, laico y europeísta, defensor del multiculturalismo, feminista, que cree en la democracia participativa en lugar de representativa, rechaza los sistemas productivistas del capitalismo y el marxismo, para definirse por la política verde, basada en la preservación del medioambiente y la defensa de la salud, y apuesta por la defensa de la enseñanza y la sanidad públicas. Fue por ello por lo que el año pasado aposté por estos principios dando mi voto a Equo en las elecciones europeas.


Cuando en Cartagena comenzó la ilusionada andadura del proyecto de confluencia Ganemos Cartagena, los miembros de Equo se encontraban presentes en las asambleas, junto con los de otros partidos, como Izquierda Unida, PCE o algunos de Podemos, y como organización se pronunciaron como dispuestos a continuar apoyando el movimiento de confluencia hasta el final.


Al ser abandonados por Izquierda Unida y ante la postura de intransigencia de Podemos, la asamblea ciudadana Ganemos decidió mayoritariamente no concurrir a las elecciones municipales, y a partir de ahí, quedé sumida en un pesimismo enorme que no me conducía más que a una postura posible: la del voto en blanco, una postura que no he manifestado nunca, pero que se me presentaba como la única salida, al no encontrar ninguna alternativa válida, ni desde el punto de vista ético, ni siquiera desde el estratégico.
Por ello, cuando a petición de algunas personas que habían venido trabajando en la confluencia, Equo convocó una asamblea para discutir y decidir acerca de su posible presentación a las elecciones municipales en Cartagena, me decidí a apoyar sin reservas esta postura.

A día de hoy, una semana antes de la celebración de los comicios, me siento satisfecha de mi decisión de aquel día, me encuentro feliz por mi apoyo a Equo, por formar parte de un proyecto que supone la mejor alternativa a Cartagena, porque Equo es una candidatura fresca y renovada, cuyo programa se ha elaborado a partir de las aportaciones de toda la ciudadanía, cuyo borrador se ha ofrecido a ser enmendado por ciudadanos/as a título individual, por organizaciones ciudadanas, por ONGs, por asociaciones vecinales y culturales, por expertos/as en los diferentes campos, y cuya redacción final se ha llevado a cabo en grupos de trabajo abiertos a la participación y aprobado en asamblea, haciendo práctico uno de los principios de Equo: el de la democracia directa y participativa.


Por todo esto he apoyado a Equo, por todo esto voy a votar su candidatura, y por todo esto pido para ella vuestro voto desde aquí.


Equo: La energía necesaria para Cartagena  



martes, 14 de abril de 2015

MI PARTICULAR OBITUARIO

Mal día el de ayer, 13 de abril de 2015, para el mundo de la cultura.
Los fallecimientos de Günter Grass y de Eduardo Galeano fueron las noticias que más corrieron por las redes sociales.
Reproduzco aquí este breve recuerdo que Floren Dimas ha tenido pare estos personajes:

MI particular obituario. 


En el cosmos del mundo literario, los grandes escritores se dividen en dos categorías: los que dedican su obra al estricto cultivo de la estética “como un lujo cultural de los neutrales”, al decir de Gabriel Celaya, y los que desde la pulcritud de sus creaciones, transmiten la denuncia y el compromiso ante el mundo de injusticias que les rodea.
Günter Grass y Eduardo Galeano, fallecidos ayer, compartían la condición de dedicar su creación literaria a abrir las mentes a la sensibilidad del dolor ajeno, a generar empatía hacia el que sufre, a rebelar el espíritu inconformista del ser humano, negándose a permanecer indiferente sin sentir vergüenza de sí mismo.

Al descubrir la última capa de su trayectoria vital, Grass tuvo la valentía de mirar a su pasado de alemán adolescente, para volver a contemplarse con mirada crítica dentro del negro uniforme de las SS,  como auxiliar de artillería. Entre aquella etapa de ocho meses, y el punto en que su corazón dejó de latir a los ochenta y siete años, han transcurrido setenta y uno años en los que, a modo de expiación por aquella fascinación satánica y pasajera, se volcó en legar al mundo una trayectoria creativa, a la que la concesión del premio Nóbel en 1999, hizo justicia por una vida entregada a la causa de la democracia y de la libertad.
Eduardo Galeano, nos ha dejado a los 74 años. Dos veces exiliado de las dictaduras uruguaya y argentina, encontró en España su segunda patria de 1976 a 1985 en que regresó a su país, justo a tiempo para sumarse a la campaña contra la impunidad de los crímenes de la dictadura que marcó su vida en el extranjero. Su obra es un paseo por la historia de Latinoamérica, mostrando el lado oscuro de la dominación imperialista desde ambos lados del Atlántico, dejando una amplia producción literaria, que nos sirve de atalaya para descubrir un continente complejo y multicolor, oscurecido por la explotación de las oligarquías nacionales y las dictaduras bananeras.
“Las venas abiertas de América Latina” y “El tambor de hojalata” son posiblemente el mejor testamento que Galeano y Günter Grass dejan a la humanidad, como una advertencia de las consecuencias a que pueden llevar las ideologías totalitarias y excluyentes, cuando millones de buenas personas no hacen nada para evitarlo.
Descansen en paz.
Floren Dimas Balsalobre

martes, 3 de marzo de 2015

EL HITO EDUCATIVO DE LAS MISIONES PEDAGÓGICAS



En el capítulo  6 de la serie “Educación: un problema sin resolver” que traté en este  mismo blog bajo el título  “Un pueblo alfabetizado para un estado democrático”, expliqué la manera en que, con la II República, había sonado la hora de la Enseñanza y el asombroso programa de reformas que la llamada “República de profesores” puso en marcha bajo el lema de que, en palabras del ministro de Instrucción Pública Rodolfo Llopis, “No hay revolución alguna que no haya desembocado en una reforma escolar”.
Hablé allí de las Misiones Pedagógicas que tenían como misión «difundir la cultura general, la moderna orientación docente y la educación ciudadana en aldeas, villas y lugares, con especial atención a los intereses espirituales de la población rural».
Seis meses después de la publicación de este capítulo, se ha llevado a cabo en Murcia la exposición “Las Misiones Pedagógicas en España”, exposición acompañada de diversas actividades, tanto en la capital Murciana como en Molina, Cartagena y Cieza, con ella relacionadas.

Creo que, por este motivo, debería extenderme algo más de lo que lo hice en su momento sobre este apartado del tema de la Educación Republicana.

Mi primera sorpresa al comienzo del reparto de la propaganda de las actividades fue el descubrimiento del elevado número de docentes que ignoraban o sólo tenían una lejana referencia acerca de lo que las Misiones Pedagógicas fueron, a pesar de la relevante importancia de este episodio histórico que fue pionero en Europa y supuso, posteriormente, un ejemplo a seguir en tantos países de América Latina.
Gracias a los misioneros, los habitantes de las zonas rurales recibían una significativa muestra de la cultura española, a través del Museo del Pueblo, el servicio de cine, las Bibliotecas Circulantes, el Teatro del Pueblo, el Servicio de Música  y la formación de maestros y maestras.

La creación de las Misiones Pedagógicas retrata la enorme importancia dada por la II República a la Educación como piedra angular del edificio de la Libertad.
No puedo menos que relacionar el empeño de las autoridades educativas en esta sublime empresa con las convicciones del maestro de “La lengua de las mariposas”, ese D. Gregorio, maestro que no pega, que piensa que la escuela es el camino de la libertad y que defiende con elocuencia sus convicciones, sobre que “Sólo será necesaria una generación educada en libertad para que nuestro pueblo español sea imparable”. Era ése el espíritu de las reformas educativas de la II República, y a ello trataron de contribuir las Misiones Pedagógicas, en las que participaron jóvenes intelectuales, como María Zambrano, Rafael Dieste, Miguel Hernández, Rafael Alberti, Cándido Fernández Mazas, Antonio Oliver o Carmen Conde.

“No venimos a pediros nada – dijo Manuel Bartolomé Cossío, el presidente
del Patronato en su discurso pronunciado en Ayllón (Segovia), la primera misión – Al contrario; venimos a daros de balde algunas cosas. Somos una escuela ambulante que quiere ir de pueblo en pueblo. Pero una escuela donde no hay libros de matrícula, donde no hay que aprender con lágrimas, donde no se pondrá a nadie de rodillas, donde no se necesita hacer novillos”.
Los misioneros llegaban a los pueblos y, su primera actividad, consistía en extender una sábana blanca sobre una pared, para que sirviera de pantalla en la que proyectar cuatro películas, una de ellas acompañada de una charla. En el servicio de cine cobró enorme relevancia la figura del joven José Val del Omar, que lo mismo hacía de técnico de cine que de fotógrafo, cameraman, proyeccionista, montador o electricista, que filmó más de cuarenta películas y documentales y realizó más de nueve mil fotografías.
Los campesinos y campesinas de cualquier edad acudían a estas actividades que servían como punto de arranque para la realización de las demás, como la de las Bibliotecas Circulantes, a las que se destinaba el 60 % del presupuesto, con el fin de paliar el estado de desierto literario en que nació la II República: no había prácticamente bibliotecas en España, y para comenzar a solucionar el problema se envió medio millón de libros a las aulas más olvidadas. Se llegó con los libros a 5.522 localidades menores de 5.000 habitantes, la mayoría de las cuales eran aldeas de 50, 100 ó 200 habitantes, libros de literatura clásica y contemporánea, Historia, Geografía, Pedagogía, Técnicas agropecuarias o Biografías.
Y si interés demostraron ante el cine o las bibliotecas, no se quedaron atrás las mujeres y hombres del medio rural ante el Teatro del Pueblo. Artífices de este servicio fueron figuras como la de José Plans y Alejandro Casona.
Pasos y entremeses de nuestro teatro clásico se representaban sobre un tabladillo montado por los mismos actores, estudiantes voluntarios que transportaban el atrezzo y vestuario en una camioneta. Obritas que iban acompañadas de un repertorio musical integrado por canciones corales y romances tradicionales.
Pero era imposible llevar el teatro a todas partes, no sólo por las dificultades del transporte, sino por la escasez de personal, por lo que pronto surgió el proyecto de creación de un guiñol que cumpliese las exigencias de un espectáculo culto, sin renunciar a la frescura popular y el desenfado. Surge así el Retablo de Fantoches, con  muñecos fabricados por los propios misioneros.
Para completar estas actividades se crea el Servicio de Música.
Sólo en un año se repartieron 66 gramófonos y 2.155 discos.
Eduardo Martínez Torner elegía las grabaciones y Pablo de Andrés Cobos realizaba las fichas que acompañaban a estas obras universales o de interés general. También a Martínez Torner se debió la creación y dirección del coro que recogía las canciones populares olvidadas o adulteradas por los campesinos y campesinas y conseguía que las volvieran a cantar.

El Museo del Pueblo supuso un intento de acercar el pueblo llano a las obras de los grandes maestros de la pintura española, mediante la exposición circulante de copias de éstas realizadas en su mayor parte por Bonafé, Gaya y Vicente. Fue Ramón Gaya quien estuvo encargado de la coordinación.
Días antes de la llegada de los cuadros, bien embalados y transportados en camionetas, se anunciaba la llegada con carteles. Durante todo el tiempo que duraba la exposición, en un local del pueblo acondicionado por voluntarios, se daba información sobre los autores de las obras y atendían las preguntas o dudas de los asistentes. Por la mañana se visitaba el museo  por las tardes se visionaban proyecciones sobre otros cuadros, e incluso se regalaban, cuando el presupuesto lo permitía, fotografías de los cuadros a los asistentes.

Durante más de ochenta años quienes eran niños y niñas en aquella época estuvieron recordando la llegada de los misioneros a su pequeña aldea, las películas que vieron, las canciones que cantaron y los libros que leyeron.
Pero los jóvenes de hoy ignoran la existencia e importancia de las Misiones Pedagógicas, así como la suerte corrida por los casi seiscientos españoles que habían colaborado directamente con ellas. Algunos misioneros fueron directamente asesinados al estallar la guerra, otros se enrolaron en las Milicias de la Cultura o las Brigadas Volantes y muchos de ellos fueron encarcelados, expedientados o exiliados. Algunos de ellos se integraron en las filas franquistas.
Este proyecto de Solidaridad Cultural se desmanteló tras la guerra civil, pero en América Latina, de la mano de los misioneros exiliados, el modelo desarrollado por la República encontró su continuación en Colombia, Cuba y Uruguay.
Mientras tanto, las alas del águila franquista proyectaron su sombra de incultura sobre España donde un período que aún hoy no se da por concluido. El analfabetismo funcional sigue siendo una gran tara que frena nuestra evolución hacia un mundo de justicia e igualdad.