Cuando acabé mis estudios de Magisterio, no sabía como enseñar.
Sabía de Lengua, Matemáticas, Literatura, Historia… pero no me
habían enseñado la manera de transmitir estos conocimientos al alumnado… ni
siquiera había aprendido cómo enseñar a leer y escribir. La metodología a
aplicar en la escuela la tuve que aprender por mi cuenta, a base de cursos y
seminarios no organizados por la Administración, sino por asociaciones
pedagógicas, y recurrí a éstas libremente, a causa de mi inquietud por hacer
las cosas bien… porque mi finalidad al dedicarme a la Enseñanza, era la de
hacer algo totalmente diferente a lo que habían hecho conmigo. Fue esta
inquietud la que me impidió hacer lo que muchos maestros y maestras de la época
hacían: Explicar el contenido de un tema (lección magistral) y hacer que se lo
aprendiesen de memoria.
Obteníamos el título sin saber enseñar, porque a pesar de que en el
libro de Pedagogía venían explicados algunos de los principales métodos
pedagógicos, algunas técnicas de aprendizaje… no sabíamos llevarlos a la
práctica, porque no lo habíamos visto hacer, y durante las prácticas, en las
clases de Primaria a las que asistí como observadora, se hacía lo mismo que
habían hecho mis maestras conmigo: Explicar, memorizar, preguntar.
Y así se continuó incluso una vez que se puso en marcha la Reforma
Educativa de Villar Palasí, sustituyendo la antigua Enseñanza Primaria por la
Educación General Básica, pero los maestros y maestras de E.G.B, salvo honrosas
excepciones, continuaron dando las clases a la antigua usanza: como se dieron
desde el 1939 hasta el 1970. Por eso fracasó en muchos casos la E.G.B.
Volviendo al tema de mis estudios de
Magisterio: Teníamos una asignatura llamada “Historia de la Pedagogía”, la
estudiábamos en un libro, cuya autora era Consuelo Sánchez Buchón, y al llegar
al capítulo de la Historia Contemporánea, se hablaba mucho de los pedagogos
extranjeros, pero en el tema de la Enseñanza en España en los albores del siglo
XX, se nos hablaba de dos pedagogos, llamados Giner de los Ríos y Joaquín
Costa, “miembros de la Institución Libre de Enseñanza, que preconizaban la
enseñanza laica y la coeducación, cuyas malsanas ideas fueron adoptadas por el
sistema de enseñanza republicano” y de don Rufino Blanco, que “opuso el contrapunto neocatólico a la
Institución Libre de Enseñanza y murió víctima de las hordas marxistas durante
la gloriosa cruzada del 36”. Pero no aprendimos nada acerca de las
metodologías que defendía cada uno de ellos.
Un día, para mi sorpresa, vi en las manos
de una profesora un libro titulado “Vida y Educación en Joaquín Costa”, y ante
nuestros estupefactos oídos explicó que se estaba reivindicando la figura de
este pedagogo, al margen de su ideología política.
Me dediqué a leer acerca de éste y otros
pedagogos de la Institución Libre de
Enseñanza, y descubrí que mucho de lo que estaba leyendo, ya me sonaba. Y
también me sonaba lo que, en años posteriores, aprendí en los cursos sobre
nuevas metodologías, en los seminarios de renovación pedagógica, en los cursos
de las Escuelas de Verano… Y me sonaba porque mi padre me había hablado de cómo
le daba las clases su mejor maestro: Don Feliciano Sánchez Saura, un maestro
republicano.
Después de los capítulos anteriores, en
que os he venido hablando de la Educación en la etapa pre-republicana, quiero
hacerlo hoy acerca de la educación
durante la II República, la culminación de las diferentes reformas en
materia educativa llevadas a cabo a partir de 1857.
Con el
cambio de régimen político, se produjo una revolución en Educación.
El
gobierno surgido en 1931, se dio a sí mismo el nombre de “REPÚBLICA DE LOS MAESTROS”, lo que nos viene a demostrar la
prioridad que a la Educación le dio la II República Española, por encima de
cualquier otro interés.
La
constitución de la II República proclamó la escuela única, la gratuidad y obligatoriedad
de la enseñanza primaria, la libertad de cátedra y la laicidad de la enseñanza.
La
constitución establecía que los maestros, profesores y catedráticos de la
enseñanza oficial tenían que ser funcionarios y que se legislaría en el
sentido de facilitar a los españoles económicamente necesitados el acceso a
todos los grados de enseñanza, para que no se encontrasen condicionados más que
por la aptitud y la vocación.
No
esperaron las reformas a la aprobación de la constitución, sino que a la espera
de que ésta se aprobara, a los catorce días del primer gobierno, Marcelino Domingo arrancó con
las
reformas en materia educativa, mediante decretos urgentes. Se puso a Unamuno al frente del Consejo de
Instrucción Pública, el organismo que haría caminar las reformas, comenzando
por plantear el déficit de escuelas primarias. De un informe que realizó la
Inspección de Enseñanza Primaria se concluyó la necesidad de crear 27.151
escuelas más (Tan sólo existían 32.680 en todo el estado) Se proyectó la
creación paulatina de las que faltaban a un ritmo de 5.000 escuelas por año,
excepto durante el primero, que se crearían 7.000. Pero no era suficiente con la creación de
nuevas escuelas. Lo que urgía crear era un
tipo nuevo de maestro.
Urgía crear escuelas, pero urgía
más crear maestros; urgía dotar a la Escuela de medios para que cumpliera la
función social que le está encomendada; pero urgía más capacitar al maestro
para convertirlo en sacerdote de esta función; urgía elevar la jerarquía de la
Escuela, pero urgía igualmente dar al maestro de la nueva sociedad democrática
la jerarquía que merecía haciéndole merecedor de ella.Marcelino Domingo |
Para la Republica, la formación de los
profesionales de la enseñanza aparece como una de las principales atenciones,
pues el maestro ya empieza a ser considerado como el “alma de la escuela”. Y
para mejorar esta formación, se implantó lo que se llamó “Plan Profesional”.
Oí por primera vez lo del Plan
Profesional en 1975, cuando comencé a trabajar en la Enseñanza Pública. Yo
aprobé la Oposición al Cuerpo de Magisterio Nacional por la especialidad de
Lengua Española y Francesa. Eso suponía que podía impartir clases de esas
asignaturas en la 2ª Etapa de la E.G.B. Para poder dar clase en estos niveles,
los maestros y maestras de oposiciones anteriores, tenían que realizar unos
cursillos de especialización, pero en el colegio donde comencé mi experiencia,
había un maestro que estaba dando clases de Ciencias Sociales en la 2ª etapa, y
no había realizado los cursos de especialización ¿Por qué? Porque sus estudios
de Magisterio los había cursado dentro del Plan Profesional, o Plan del 1931, y
el Ministerio de Educación y Ciencia, cuyo Ministro era Villar Palasí, había
decretado, cuando en 1970 se implantó la E.G.B., que los maestros/as del plan
de 1931, estaban capacitados para impartir la 2ª Etapa, mientras que los
maestros del plan de 1950, no estaban capacitados, y por eso tuvieron que hacer
los famosos cursillos de especialización.
Para las autoridades educativas de la II
República, la formación de los maestros se basa en tres aspectos importantes:
- Cultural (se
adquirirá en los institutos nacionales de segunda enseñanza)
- Preparación
profesional (se adquirirá en las escuelas
normales de Magisterio, para cuyo ingreso será necesario el bachillerato,
bachillerato compuesto por 7 cursos más examen de estado)
- Práctica
pedagógica (se realizará en las escuelas nacionales).
Esta formación se realizaba practicando la coeducación, es decir, se fundían las
escuelas normales masculinas y femeninas en escuelas normales mixtas. Además el
Gobierno provisional no desatendió otros campos de la educación, reformando
también la enseñanza media. Por otro lado, mediante el decreto de 21 de mayo,
se estableció la necesidad del titulo de
maestro para la enseñanza primaria tanto privada como pública (antes de
esto, en la enseñanza privada, no era necesario el título) y el de licenciado para la enseñanza media.
La República se propuso llenar las
escuelas con los mejores maestros. Pero los docentes de la época tenían una
formación casi tan exigua como su salario. Con Marcelino Domingo (diputado
murciano) al frente del Ministerio de Instrucción Pública y Rodolfo Llopis de
director general de Primera Enseñanza, se elaboró el mejor Plan Profesional para los maestros que ha existido en nuestra
historia. El sueldo miserable de aquellos voluntariosos maestros subió a
3.000 pesetas al tiempo que se organizaban para ellos cursos de reciclaje
didáctico, lo que se denominó “Semanas Pedagógicas”
En aquellas Semanas Pedagógicas recibían
asesoramiento de los inspectores, para remozar su formación.
La carrera de Magisterio, elevada a
categoría universitaria, dignificó la figura del maestro. A los aspirantes se
les exigió, desde entonces, tener completo el bachillerato antes de
matricularse en las Escuelas Normales, donde se enseñaba pedagogía y había un
último curso práctico pagado. Se hizo
del maestro la persona más culta, eran los intelectuales de los pueblos y, con
toda la precariedad en que vivían, ejercieron de una forma digna.
Otra empresa que acometió el Gobierno,
fundamental para consagrar la reforma educativa, fue una nueva ley de instrucción pública. Una ley
cuya finalidad seria la de instituir en España la escuela única. Esto suponía que la educación pública debía revestir
los siguientes caracteres:
1 La educación pública es una función del Estado. No obstante, puede
delegarla en la región, provincia o municipio siempre que éstas justifiquen
solvencia económica y cultural. Por otra parte, se acepta la existencia de la enseñanza privada, siempre que no
persiga fines políticos o confesionales partidistas.
2 La educación pública debe ser laica. La escuela debe limitarse a dar
información sobre historia de las religiones, con especial atención a la
religión católica. Si las familias lo solicitan, el Estado podrá facilitar
medios para la educación religiosa, pero siempre fuera de la escuela.
3 La educación pública debe ser gratuita, especialmente en las enseñanzas
primaria y media. La educación universitaria debe reservar un 25% de
matriculas gratuitas.
4 La educación pública debe tener
un carácter activo y creador.
5 La educación pública debe tener un carácter social. No debe ser un centro
aislado de la comunidad social, debiendo insertarse en ésta y mantener
relaciones con padres, entidades profesionales y culturales, etc.…
6 La educación pública se desenvuelve en
tres grados:
1er grado: comprende dos periodos →uno,
voluntario y de carácter preescolar para niños de 4-6 años. Otro obligatorio, para niños de 6-12 años.
2º grado: comprende dos ciclos → uno,
de 12-15 años, concebido como ampliatorio de la educación básica. Otro de 15-18
años, concebido como preparatorio de la educación superior.
3er grado: corresponde a la educación
universitaria y se divide en dos ciclos correlativos a la licenciatura y al
doctorado.
Con aquellos mimbres comenzó a tejerse un
sistema educativo que puso el énfasis en el alumno, le hizo protagonista de las
clases y de su formación. Los críos salían al campo para estudiar ciencias
naturales, se trató de sustituir los monótonos coros infantiles recitando
lecciones de memoria por el debate participativo y pedagógico; los niños y las
niñas se mezclaron en las mismas aulas, donde se educaban en igualdad, y se
favoreció un tránsito sin sobresaltos desde el parvulario a la universidad.
Con estos sólidos cimientos se podía comenzar a construir el edificio de
una nueva sociedad. Las nuevas generaciones tenían asegurada una buena base
cultural, unos conocimientos germen del desarrollo de su persona. Y a partir de
estos cimientos… ¿Cómo llegaría a ser el resultado final de este edificio que
se pretendía construir?
Dejémoslo, de momento, en suspenso, ante
el temor de alargarnos demasiado para este capítulo.
La próxima vez continuaremos hablando de
la manera en que se afrontó el reto del analfabetismo, de las funciones de las
Misiones Pedagógicas, de la Inspección de Enseñanza, de los sectores que se opusieron
a estas reformas, de cómo se abordó la enseñanza durante la guerra, y de la
manera en que se entendió la educación durante los primeros años del
franquismo… pero eso será la próxima vez.